Grandes esperanzas

Un chico. Profundo como Australia.
Es difícil trasladar al cine a Dickens. Grandes ideas encarnadas, tremendos y continuos encontronazos de la ristra de personajes durante abigarrados años, pasiones y desvelos del más alto vuelo, humor, amor y desgracia en cada esquina o salto de cama, todo ello queda mejor explicado, mucho más rico, divertido y verosímil en cientos de páginas de literatura buena que en dos horas de imágenes apretujadas.
Claro, hay bastantes problemas: los personajes retratados aquí son definidos de un plumazo, de un brutal trazo, con un rasgo de carácter les sobra para la vida entera, para todo el rato, o si ese no es el caso, entonces cargan o cumplen con una gran decisión vital que tomaron en su santo día en un lejano tiempo y ya ese fue para siempre su único y maldito sino, el resto de sus días encaminado hacia ese seguro destino, a lo que hay que añadir el indudable asunto folletinesco, esa quizás molesta sensación de gran familia que es toda una, siempre unida, mucho de novela bizantina, todos son al fin y al cabo hijos, primos y hermanos del mismo amo, de la misma rama o árbol genealógico, todos los dineros y los miedos o acuerdos, las desdichas, los casamientos o los muertos pertenecen siempre a la misma vaina o raza, nunca entra aire fresco en esa endemoniada casa, es todo endogámico, morrocotudo, consanguíneo, viciado, puro vodevil metafísico que parece dura demasiado, por lo menos un siglo.
Esa mezcla de personajes gruesos más culebrón filosófico más drama desaforado más humor caricaturesco produce una sensación extraña, bella, inconexa, poco creíble, muy despelotada y ridícula y entretenida y majadera y desmadrada y petrificada, como si asistiéramos a una función de teatro eterno en la que los personajes están rellenos de algodón y todo lo que dicen es indicado por el mismo apuntador ciego y borracho y honrado, la impresión es de artificial puerilidad y querido calor del hogar, también de naíf manicomio, muy convencional y muy disparatado todo, lo cual no es malo, tampoco es bueno.
A lo que hay que sumar en esta caso la elección de los actores, para mí horrorosa (mucho mejores los niños, o no tan niños, la maravillosa Jean Simmons estaba para ir a la universidad, poco menos) y el doblaje si tienes la desgracia de no verla en su idioma original.
John Mills y Alec Guinness no son malos actores, muy al contrario, pero aquí no dan la talla, sobre todo física, se les ve demasiado petimetres, muy mequetrefes, sin terminar de cocer, eternos adolescentes a pesar de que ya anduvieran por los treintaytantos los muy zoquetes. Y la mala, Valerie Hobson, estaba mucho más bella y pérfida de pequeña, cuando vivía en aquella casa gótica de tanta telaraña y muerto viviente, menos insulsa y desleída, en comparación es muy poca cosa, muy sosa la intrigante, fría y poco dadivosa persona. Y el padre herrero, Bernard Miles, es un poco ridículo e irritante, bastante estrambote. Mejor Martita Hunt de ida sin remedio.
En general, casi todos parecen más parodia que personajes con fuste.
La dirección es correcta, el guion está bien hecho, la música a veces impresiona. En realidad, no hay ninguna pega, solo que uno es muy quisquilloso y siempre sin mucho motivo y de todo, por puro deporte, se queja, no vale la pena, que es por llevar la contraria, llamar la atención y hacerse el nota, ese fulano, el menda.

Una de las muchas versiones que ha visto el cine y la televisión de la novela de Charles Dickens "Grandes Esperanzas" fue ésta que nos atañe, realizada por el británico director David Lean en 1946, en los inicios de su dilatada carrera.

David Lean venía de haber realizado 2 grandes éxitos: “Breve encuentro” y “Un espíritu burlón” (ambas de 1945) y se zambulló en la aventura de adaptar esta obra, para posteriormente hacer lo propio con la novela “Oliver Twist” del mismo autor.

Captando los rasgos esenciales de la obra de Dickens consigue una película con entidad propia, personajes bien desarrollados, guion que funciona como agujas de reloj, buena ambientación y detalles visuales de calidad.

En la película sobresale el portentoso reparto de secundarios que arropan al protagonista, el cual, solo es un mero testigo del drama más que un componente directo.

-Texto realizado por 《 Grupo Salvaje 》 para Plano General

Creo que sobre el argumento ya se ha dicho todo. Para mí el blanco y negro que usa es especialmente bonito, ideal para ver en una tarde de invierno.
Curiosidad ver a actores luego tan famosos en su juventud.

La impecable factura y la estética personal de David Lean no son suficientes para que la película remonte vuelo. Si Grandes Esperanzas es en sí un folletín, la película se queda en un pobre resumen del mismo.