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Hana-Bi. Flores de fuego

Drama Un policía llamado Nishi (Takeshi Kitano) se enfrenta a la enfermedad terminal de su esposa, al drama de un compañero que ha quedado parapléjico en una redada y a un grupo de mafiosos que le siguen la pista. (FILMAFFINITY)
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Críticas 65
Críticas ordenadas por utilidad
1 de julio de 2015
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
El León de Oro en el festival de Venecia fue concedido como cálido reconocimiento a un polifacético cineasta japonés que por aquel entonces la mayoría le recordaban por sus algo incomprensibles y violentos filmes policíacos (Violent Cop; Sonatine) y que sin embargo “Hana Bi” da respuesta en forma de prosa visual y complejamente elaborada como harmonioso thriller crepuscular. Todo esto orquestado por uno de los más reconocidos cineastas nipones de hoy que además de dedicarse al arte de la pintura (entre otras sanas aficiones) es uno de los maestros de ceremonias del célebre concurso televisivo “Humor Amarillo” en su país visto desde otro extremo más mediático como dudosamente cualitativo.

Dicho esto a Kitano no se le se puede desempolvar de un carácter extremadamente impulsivo denostado en sus personajes arquetípicos de policía sin escrúpulos y poco dados a la conversación, virtud que no trasluce en nada una visión profundamente humana y triste que esconden y que no muestran. Como le pasa a su alter ego en la ficción el inspector Nishi a quien le comunican que a su mujer (Kayoko Kishimoto) se le ha diagnosticado un cáncer terminal. Además tiene que cargar con la culpa de no haber estado al lado de su compañero de profesión, Orube (Ren Oshugi) condenado a pasar el resto de su vida en una silla de ruedas después de un tiroteo y por si no fuera suficiente en su calvario personal, Nishi tiene que saldar sus deudas con un jefe de la Yakuza.

Solo la belleza del arte (expresada en esas pinturas en las que el expolicía Orube mata el tiempo y que son obra en la vida real de Kitano) intenta suavizar la delicada situación planteada en su argumento inevitablemente crepuscular aunque bello y reflexivo. Elogio y respeto a ésta gran tragedia humana. Merece mi más total y sincero de los reconocimientos.
Natxo Borràs
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26 de febrero de 2016
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nada más empezar ssbemos que la mujer del policía protagonista, el mismo Kitano por supuesto, está gravemente enferma. Con el paso de los minutos sabremos que es una enfermedad terminal, que no hay esperanza alguna. No debe ser fácil vivir con la seguridad de que la persona que tienes al lado tiene los días contados. Hasta que la película no llegue a su final no nos daremos cuenta de que la sentencia a su mujer debido a su enfermedad es también una condena para él mismo. El lirismo y la belleza entonces queda en la superficie por fin. Todo lo que estaba camuflado de repente aflora y la película de Kitano cobra otro sentido. Hay un momento en que la pareja se va a hacer una foto con el temporizador puesto, ella quiere agarrarse del brazo de él y con un gesto despreciable él le niega ese contacto. Detalles del exterior, nada más.

La brutalidad, la violencia, los actos inexplicables, por supuesto también ocupan la pantalla. Hay mafiosos, hay policías que sufren las consecuencias de su trabajo, silencios aparatosos, varios frentes que señalan diferentes tragedias humanas y muchas cosas a destacar. No me extraña que sea una película que le haya fastiado el día a algunos, es dura y por momentos puede desquiciar.

A mí Kitano no siempre me convence, pero lo que tengo claro es que su cine es muy personal, es único. "Hana-Bi: Flores de fuego", será para muchos una más de las suyas. Para mí es de lo mejorcito. Impactante, entretenida, poética...
Luisito
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17 de octubre de 2009
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Premiada con el máximo galardón en el prestigioso Festival de Venecia, esta intimista obra nos abre el corazón de su afamado director Beat Takeshi, cuyas obras tornaron más intimistas, tras sufrir un grave accidente de tráfico en el que casi pierde la vida. La historia trata sobre un duro policía interpretado por el propio Kitano más parco en palabras que nunca. Tras la muerte de su hija de 4 años, ahora debe afrontar el cáncer terminal de su esposa a la vez que su compañero y mejor amigo se ve abocado a una silla de ruedas tras un fatídico tiroteo. Mientras que su compañero se refugia en la pintura tras ser abandonado por su familia al quedarse paralítico e intentar suicidarse, nuestro protagonista asume estoicamente la inminente muerte de su mujer, planeando fríamente un plan para conseguir dinero, librarse de sus acreedores mafiosos y poder ofrecer a su esposa unos inolvidables últimos días de vida. El duro y veterano policía siempre contaba con su malparado compañero para frenar sus ataques de ira sanguinaria, pero ahora que esta solo y no tiene nada que le ate a este mundo más que su moribundo amor, no dudará en teñir la pantalla de rojo si alguien se le interpone en el camino.
Filmado con un ritmo mucho más ágil y dinámico que sus anteriores obras, esto supone una mejor asimilación por el público occidental, aun así la historia se cuenta de un modo reposado, bañado con una melancólica melodía rota con repentinos estallidos de violencia y un inocente sentido del humor.
Destacar el bello lirismo de su escena final.
Ezequiel 25 17
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16 de julio de 2011
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La historia nos narra la vida de Nishi, un policía hierático y violento que es golpeado duramente por el destino en forma de desgracias a sus allegados. Por un lado la enfermedad terminal de su esposa, y por el otro, la paraplejia de un amigo, sin contar que es perseguido por un grupo de mafiosos.

Takeshi Kitano dirige, escribe y protagoniza éste desolador, violento y perturbador drama sobre el amor y la violencia con un enfoque lírico. Un drama que habla con sinceridad sobre la vida, la muerte y de cómo enfrentarse a ellas. Desprende simbolismo y poesía, provenientes de diversos dibujos y pinturas (pintados por él mismo) que van expresando variados sentimientos que conducen al desenlace final. Escenas poderosas e hipnóticas que son flanqueadas por una narración de carencia dramática. A destacar la magnífica música de Joe Hisaishi, tan oportuna como evocadora.
Angel Lopez
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1 de octubre de 2022
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
321/34(28/09/22) Menudo chasco me he llevado con este bodrio de film que he visto con motivo del 25 aniversario de su estreno (03/Septiembre/1997), y por sus ensalzadoras críticas, una pedantería de tomo y lomo con acento japonés. Dirige, escribe, edita y protagoniza Takeshi Kitano, que en cada una de estas facetas naufraga con más estrepito que el Titanic. Dirige penosamente para regalarnos poco más de 100 minutos que se me han hecho eternos, guioniza un relato insípido al que quiere dar trascendencia inundando el film de silencios, es la mejor forma de no cagarla con los diálogos, y aún así con los escasos que hay la pifia, una construcción de personajes más planos que una mesa, nunca conecto con ellos, un desarrollo pesaroso, en medio de un goteo de secuencias de acción que no me mueven a sensación alguna (por mucho que quieran ser morbosas, como cuando agujerea los ojos de un tipo), con un modus operandi del prota que se ¡convierte en un Terminator, dispara y mata cual robot, por supuesto sin dilemas morales,
con un montaje que hace que el ritmo sea cansino, con un protagonista que es un monumento a la inexpresión, se ve que se ha dicho: ‘Como no se actuar me pondré serio y solemne en todo momento, que eso siempre es de tipo duro. Ah, y que la cámara (que para eso soy el director) me enfoque durante minutos a mi precioso rostro taciturno para que parezca que tengo mundo interior’. Puaj y mil veces puaj!

Cuando comienza la película, Kitano es un policía cuya hija pequeña murió no hace mucho; ahora su esposa se está muriendo de leucemia. Durante una vigilancia, su compañero Horibe (Ron Osugi) le sugiere que vaya a visitar a su esposa Miyuki (Kayoko Kishimoto), al hospital. Él lo hace, y mientras él no está, otro policía muere y Horibe está tan gravemente herido que tendrá que pasar su vida en una silla de ruedas.

Es una película sin punch, sin gracia, sin garra, sin alma, sin actuaciones secundarias (el protagonista ya lo he comentando, es entre pésimo y horrible) salvables. La petulancia de este producto quiere apoyarse en que los silencios son parte de su capacidad para hacerte reflexionar en el existencialismo que entronca con los filósofos… es coña! La cinta es un sinfín de situaciones que me provocan modorra, ansía transmitir melancolía y lo único que me llega es pesadez. Todo ello con interludios para que veamos a un tipo en silla de ruedas que pinta cuadros muy coloridos que parecen obras de niños (en realidad obra de Kitano), que aporta esto al film? Pues más pretenciosidad huera de contenido, un artificio grosero. La relación entre el protagonista y su mujer resulta impostada, acartonada, inverosímil, parecen un padre y su hijita, aparte de que la enfermedad de ella es la nada. Tenemos también la relación su amigo el de la silla de ruedas, basta con ponerlos a los dos en la playa y que mitren el horizonte y ya está, que supina estupidez! Por cierto, el de la silla de ruedas se mete en la orilla del mar, aparece se va a suicidar, no tiene a nadie con él para ayudarle a salir, pero sin embargo la siguiente vez que aparece sigue dibujando. Una película soporífera, irritante, más densa que unas aguas movedizas, el tedio me hizo mirar el reloj continuamente, el tiempo parecía ir en slow. Hay un afán de lirismo visual y sensorial que solo hace ver la nadería en la que estamos, mucha toma luminosa que parecen postales, pero el contenido es inaguantable. Habiendo una odisea por el japón del protagonista con su mujer donde la poli y los yakuza le persiguen, y no se sabe cómo siempre dan con él (por imperativo del guion). Todo coronado por un final tan fatuo que me deja frío.

Por cierto, de que debía tanto dinero el protagonista a los yakuza? Nunca se dice, no se le ven vicios, y no se comenta sea por la enfermedad (una patología sin síntomas), amén de que en japón hay seguridad social.

Por destacar algo, me ha sido agradable la música creada por Joe Hisahishi, me hizo algo llevadero el hastío.

Comencé a ver esta cinta con esperanzas, pues hacía poco había visto la versión de Kitano de “Zatoichi”, y me gustó, pero con esta la decepción ha sido atronadora. Gloria Ucrania!!!
TOM REGAN
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