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Metro Manila

Thriller. Drama Buscando un futuro mejor, Óscar Ramírez y su familia dejan los campos de arroz del norte de Filipinas y viajan a la asfixiante y peligrosa ciudad de Manila. Tras una llegada accidentada, Óscar se considera afortunado cuando le ofrecen un empleo estable en una compañía de camiones blindados, y pronto hace amistad con su compañero Ong. (FILMAFFINITY)
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Críticas 35
Críticas ordenadas por utilidad
11 de marzo de 2014
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sobre una historia arquetípica y con unos personajes de trazo grueso, el fotográfo de moda, director y guionista Sean Ellis (Brighton, 1970) consigue mantenerte alerta hasta el final. Y eso no es fácil, nada fácil. Lo fía con acierto al poder intimidante de la gran ciudad -pocos escogerán Manila como destino de vacaciones tras ver la película-, verdadero catalizador de la trama.

Óscar Ramírez es un ingenuo campesino y ex militar que arrastra a su pequeña familia a la arena, a la supervivencia en un entorno hostil. Es engañado, timado y vituperado. Se arruinan. Encuentra un empleo que entraña un enorme riesgo mientras su mujer solicita el ingreso en un lupanar en el que también quieren reclutar a la niña mayor... Una caída en desgracia absoluta jalonada de diálogos demasiado explícitos.

Se masca la tragedia, quizás se la ve venir. Pero no te vencen el tedio ni el suspiro -acaso el déjà vu-, sino que te quedas pegado al asiento, disculpando algún delirio de guión y sabiéndote protegido en tu jaula tecnológica de primer mundo.
Eden
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25 de noviembre de 2013
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Luz y gente. Vehículos y humo. Un animal abandonado, un rostro entre la multitud. Los suburbios por un lado, los opulentos rascacielos por el otro. El lujo y la inmundicia. Muerte y vida. Amor y odio. Manila, es una ciudad de contrastes, como casi todas las grandes urbes del planeta. Un hervidero de caminos que colapsan en un mosaico cultural que empequeñece al individuo.

En "Metro Manila", la cámara de Sean Ellis, se transforma en mudo testigo de ese microcosmos que es la capital de Filipinas. Con un lenguaje a caballo entre el lirismo poético y la crudeza documental, la historia que narra su objetivo, es la enésima muestra del héroe cotidiano que pretende escapar de su rutina y las angustias de su día a día, topándose de bruces con los sólidos obstáculos de una realidad más preocupada en derrumbar los sueños que en alentarlos. Pero pese a un argumento tan trillado, Ellis saca petróleo de una narración cuidada con cariño y mimo que encierra en su interior dardos envenenados que atacan directamente al corazón del espectador. Los latidos de su cuento urbano golpean la conciencia y los sentimientos durante las dos horas de metraje que vuelan ante nuestro ojos.

"Metro Manila" cuenta con la baza de saber adentrarse en la memoria a través de las emociones más viscerales del público, algo difícil de conseguir en la mayoría de los casos. Esa facilidad que presenta el director británico para conjurar las emociones de su parte, es lo que hace que se perdone cualquier error a una historia cuyo objetivo primordial es instalarse en el corazón del público entre sus giros de guión y sus latigazos sentimentales. Una obra notable que se disfruta en un suspiro y que no cae en el pozo del olvido.
EuTheRocker
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15 de diciembre de 2013
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es la película seleccionada por el Reino Unido para competir en los próximos Oscars, en la categoría de habla no inglesa. Esto es posible porque la película está hablada en su totalidad en uno de los dialectos de Filipinas.
El cine británico siempre busca hacer películas diferentes. Si quisiera podría realizar películas taquilleras, aprovechando el gran talento de sus intérpretes. Sean Ellis ha hecho una pequeña película, adentrándose en Filipinas para contarnos la vida complicada de una familia pobre.
Esta familia decide abandonar su pueblo para ir a Manila en busca de una vida más próspera, y el director emplea una cámara muy cercana a los personajes, y ese es el gran acierto de la película. El problema es que en su parte central se vuelve muy monótona, y la parte laboral del padre de familia no me termina de interesar. Pero la película vuelve a remontar en su parte final, mediante la transformación del drama social en un thriller con un gran final. La esposa del protagonista busca trabajo, y esa historia particular de la protagonista también me parece interesante.
La fotografía está bastante bien, aunque no refleja del todo la Filipinas profunda, que tan bien hace Brillante Mendoza. Las historias que plantea el director filipino son más cotidianas, buscando dramas familiares cuyo epicentro son las zonas más desfavorecidas del país.
Otro de los detalles que no me gusta de la película es el sonido, incluso hay algún momento que me llega a irritar. Al más puro estilo Winding Refn emplea un ruido excesivo, que bien dosificado está bien, pero que si se abusa de ese recurso puede llegar a cansar.
Recomendable para todas las personas que busquen una película independiente, y con una dosis de suspense adicional en la parte final.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
WILLY74
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16 de marzo de 2014
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
A Sean Ellis ya lo pudimos ver en acción con Cashback (2006), una película que nos advertía de una fuerte personalidad detrás de las cámaras. Después del tropezón que supuso Roto (The Broken) en 2008 (una película de terror que había digerido mal sus influencias) y de diversos cortometrajes (The Bussiness Trip, Claws) , el director ha retomado la senda del buen hacer con una película muy interesante titulada Metro Manila, que se presentó a festivales diversos como el de cine independiente de Sundance o el Seminici de Vallalodid.

Metro Manila es una película que combina el cine denuncia (en este caso el eje es la inmigración) con el thriller comercial de punta blanca. Rodada en Filipina y con la lengua original de los actores (que no eran grandes estrellas sino habitantes originarios de la isla, lo que ya nos advierte de las intenciones del film) la película nos presenta la vida de una familia prototípica de Filipinas, y como tiene que sobrevivir esta a las lamentables condiciones económicas en las que se ven envueltos. La película de hecho empieza mostrándonos a nuestros protagonistas en el campo, pero debido a que no obtienen el suficiente dinero para mantener a todos los miembros de la familia, deberán exiliarse a la metrópolis de Manila, donde Oscar Ramírez (interpretado por Jake Macapagal), nuestro protagonista, tratará de buscar un trabajo.

La primera parte del film está de hecho, mucho más ligado al cine denuncia. En Manila Sean Ellis se dedica a registrar la salvaje vida urbana de la ciudad, y como nuestros personajes son reiteradamente engañados y apaleados (en este sentido el primer engaño es de lo más interesante de toda la cinta, pues contrapone el buenismo de nuestro personaje principal, que aparece tratado como un personaje al que el trabajo rural ha convertido en un ser bondadoso con la malicia de unos personajes que estafan a nuestros protagonistas). El drama se diversifica en dos vías: La del padre de familia que trata de encontrar un trabajo para su familia y la de la mujer, que como ve que su marido no puede aportar comida a casa decide optar por la prostitución. El guión trabaja correctamente a sus personajes y sus caracteres, definiendo sus personalidades.

Pero la película cambia significativamente de rumbo cuando nuestro personaje masculino encuentra trabajo en una red de seguridad cuyo trabajo es proteger diversos objetos preciosos que se guardan en cajas secretas. En esta empresa nuestro protagonista entra de hecho de mano del personaje que interpreta John Arcilla, y entre los dos se establece una interesante amistad. Recordándonos a las películas de John Ford, el compañerismo entre los dos resulta encomiable y parece un oasis entre la isla de caos que supone Manila. Pero está claro que Sean Ellis no es John Ford, y que la brecha que hay entre el cine del norteamericano y la del británico es ya insalvable. De todas maneras, el guión resulta predecible en la traición que realizará Arcilla hacía nuestro protagonista, y se puede oler a kilómetros de distancia. Quizá es precisamente porque el tiempo ha cambiado y retratar una amistad pura como lo hacía Ford es prácticamente imposible en un thriller como Metro Manila. La película pulveriza los sueños hasta llegar a un final poco concesivo respecto al público.

Aún así, una de las cosas más elogiables del film es la unión entre cine de denuncia y film comercial que ha conseguido Ellis (de hecho lo mismo ocurría con Cashback). La película contempla mostrar la realidad social, pero el argumento de la segunda parte del film permite que el director se recree en secuencias con grandes dosis de tensión, lo que permite una mezcolanza curiosa.

Por este motivo, Sean Ellis reduce su estilo preciosista que ya pudimos ver en sus dos anteriores films a la mitad. Pero aún así, sus trazos de lirismo quedan impregnados en diversas secuencias. De hecho, a medida que avanza el film observamos como la realidad se va descomponiendo paulatinamente, para llegar al clímax final que es absolutamente poético (al fin y al cabo nos habla la voz en off de un muerto). Este despegue de la realidad acelerado permite a Ellis rodar secuencias muy interesantes, especialmente las que tienen como nexo los diversos trabajos de la empresa. El director rueda escenas de tensión mediante cámara en mano y con un montaje nervioso. La puesta en escena va acorde con el tono onírico que va adquiriendo el film a medida que avanza, con inclusiones de planos que pertenecen a otras historias, cámaras que registran a nuestros protagonistas desde ópticas poco académicas, o la reducción total del sonido durante momentos de acción comprometidos, creando así una atmósfera singular y a la vez surreal.

Flashbacks, voces en off, digresiones narrativas, Ellis se sirve de múltiples recursos para dinamizar la película. De hecho, la narración de la película y como se muestra el desarrollo de esta es una de les cosas que más obsesionan al director.

http://neokunst.wordpress.com/2014/03/16/metro-manila-2013/
Kyrios
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9 de abril de 2014
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando sobrevivir se convierte en el objetivo de cada día y la desesperación hace acto de presencia, todo parece estar permitido con tal de sacar a la familia de la miseria. Incluso quien lleva el peso de esa responsabilidad puede sentirse tentado de ponerse la piel del lobo... en una jungla donde solo los más astutos resisten. Así es la vida de Óscar, el protagonista de “Metro Manila”, que un día coge a su mujer y a sus hijos y huye del campo a la ciudad, esperando encontrar una vida mejor. Lo que le espera, sin embargo, son los arrabales de Manila, un trabajo como guarda jurado de un furgón blindado... y una trama de corrupción, engaño y violencia en la que se ve involucrado y que le obliga a asumir un dudoso código moral para salvar el pellejo. Todo queda justificado si de lo que se trata es de que su mujer deje de prostituirse en un club nocturno, de que su hija pueda ir al dentista, de tener algo para comer…

La película que dirige el británico Sean Ellis es la crónica familiar de un viaje de la inocencia al desamparo, trazado con estilo realista, que recrea la sordidez de unos ambientes turbios donde los personajes no parecen tener otra opción que la de huir hacia adelante. Una fotografía oscura y sucia que parece empaparse de la miseria reinante, una planificación cerrada y por momentos trepidante que sume al espectador en tensión permanente, o un uso del sonido y del silencio que buscan el impacto emocional... son recursos para una historia de violencia y también de amor sin límites. Asistimos al sacrificio que un padre está dispuesto a hacer para sacar adelante a su familia, a la auto-inmolación que llega a límites de gran crudeza y frialdad. Solo el rostro de Jake Macapagal y su mirada al futuro en busca de un rayo de esperanza ofrecen el contraste necesario en esta jungla urbana.

La cinta de Ellis comienza con una lograda e impactante ambientación local, retrato de un entorno de pobreza y de una lucha humana por salir a flote... ya sea en el arrozal o en el asfalto, y discurre entonces por terrenos melodramáticos y pictóricos. Esos momentos en que un extranjero mira la realidad de una gran urbe son quizá los mejores, los que tienen más personalidad, con imágenes que hablan por sí solas. Sin embargo, pronto esa atmósfera se diluye en el caos al derivar hacia el thriller y la acción, y la poesía cede ante la narrativa, y sus personajes pasan a mostrarse por sus respuestas en una espiral de violencia, mientras el vértigo y el temor hacen que se tambaleen los principios de Óscar.

En esa selva de sangre y atropello, Ellis nos ofrece tipos nihilistas y sin escrúpulos junto a otros que entienden el sentido del sacrificio y las normas de conciencia. Y la dureza de algunas imágenes se contrarresta con el humanismo de otras, de forma que el espectador pueda respirar en medio de tanta corrupción. La película, rodada en tagalo, está bien rodada y avanza con buen ritmo, y ha sido nominada por Gran Bretaña para los Oscar® como mejor película en habla no inglesa.
La mirada de Ulises
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