Scarlet

Me parece una película estupenda y sorprendentemente filmada. Una historia familiar llena de dificultades, prejuicios, superaciones, poesía, música y con un mensaje que aboga por la libertad de imaginación. He visto reflejado muchos aspectos personales en esta película. Recomendable a todo el que quiera verse sorprendido por otro cine distinto.

Tras vivir la dureza y el horror de la Primera Guerra Mundial, Raphaël vuelve a su hogar del norte de Francia dispuesto a reencontrarse de nuevo con el amor de su vida y a cumplir todas las promesas que quedaron interrumpidas por la guerra. Sin embargo, a su llegada lo recibe una vecina de su mujer que le comunica que su amada ha muerto y le presenta a la hija de ambos (Juliette). Adeline no le puede ofrecer muchas cosas ya que ella misma está atravesando una gran crisis económica tras la muerte de su esposo. Sin embargo, les permite a él y a Juliette quedarse en la granja familiar donde convivirán con la familia de un herrero. Entre todos crearan una especie de comunidad que vive al margen de los habitantes del pueblo debido a que estos los han excluido, rechazado y marginado por diferentes razones. A pesar de ello, desarrollaran lazos únicos y muy especiales que les permitirán seguir adelante por duro que sea lo que les rodee. Y es que será sobre todo la relación entre el padre y la hija la que no parará de reforzarse a lo largo del tiempo. Ambos se convertirán en el hogar del otro y aunque Juliette tendrá varias oportunidades para marcharse a estudiar a la ciudad (dado su gran talento) se negara a hacerlo, incapaz de abandonar a su padre y a la familia que allí ha creado.


La cinta empieza narrándonos la infancia de Juliette en su primera parte y en la segunda desarrolla la historia de amor que se produce entre esta (convertida ya en una hermosa joven) y un aviador que acaba de llegar al pueblo.


''L´envol'' es otra joyita más escondida dentro del catálogo de Filmin. La cinta del director italiano Pietro Marcello combina a la perfección realismo mágico, drama y un amor infinito por el cine de antes y por el trabajo artesanal (algo que nos deja ver mediante secuencias extraídas de documentales donde obtenemos fragmentos de la época que nos sumergen más en la historia, algo que ya había realizado en su anterior film ''Martin Eden'' y que aquí repite). A veces no parece una película sino un cuadro en movimiento por la belleza que desprenden sus imágenes. Pietro Marcello nos ofrece un exhaustivo y detallado estudio del color, la luminosidad, los claroscuros y el enfoque y montaje de los planos para crear fotogramas preciosistas y cautivadores.


El guion adapta una novela de Alexander Grin llamada ''El velero rojo'' que nos deja durante su recorrido una esperanzadora moraleja. No necesitamos profecías, ni príncipes azules, ni tan siquiera salir de donde nos encontramos por angustioso que se muestre a veces el escenario que nos rodea. Tan solo necesitamos hallar la magia, la esperanza y el amor dentro de nosotros mismos dejándolos crecer hasta que se conviertan en elementos tan fuertes y poderosos que nadie ni nada puedan derribarlos. Y es que una vez que han crecido en nuestro interior, podemos llevarlos a cualquier parte y trasformar todo lo que vemos hasta convertirlo en algo mucho mejor. Esas alas de la profecía que esperábamos ver en el cielo y que nos llevarían muy lejos, las tenemos cosidas en la espalda esperando el momento oportuno para hacernos volar y alcanzar otro horizonte más amable.


La cinta no sería tan poderosa ni tan bella si no fuera por las excelentes interpretaciones de un reparto de actores y actrices en estado de gracia. Raphaël Thierry es el alma de la cinta ofreciéndonos el retrato de un personaje maltratado por la guerra y por su entorno que se niega a abandonar su dulzura, ternura y bondad. Todo en él nos evoca al rudo y a la vez tierno carpintero que con sus manos que parecen tan terribles y fuertes puede crear obras tan bellas. Juliette Jouan nos presenta en su debut como actriz a una heroína valiente y decidida que reinventa los cuentos de hadas, rechazando seguir creyendo en príncipes y profecías y dándonos una lección sobre lo que significa el poder femenino y la capacidad de creer en nosotros mismos. Aunque algo más breve la aparición de Louis Garrel como príncipe azul transformado en aviador despistado cumple a la perfección con su cometido. Y es que no parece haber nada que el brillante actor francés no pueda conseguir. Noémie Lvovsky tiene un papel importante en el desarrollo de la trama, ya que supone todo un ejemplo de mujer independiente y fuerte para la protagonista.


Tras su éxito con ''Martin Eden'', Pietro Marcello vuelve a ofrecernos una cinta igual de maravillosa y especial que puede parecer poca cosa en un principio pero que en realidad no solo brilla por su increíble belleza estética, sino que deja muchas reflexiones interesantes en su guion. Los números musicales acompañados de la música de Gabriel Yared y la fotografía de Marco Graziaplena son de una belleza sublime. Como decía anteriormente, no parece una película sino un hermoso cuadro en movimiento.

Escapar de un entorno hostil también significa dejar atrás todo cuanto no lo es: Dejar con nostalgia sólidos lazos, no convencionales, de amor y amistad; rincones en los que la soledad elegida fue dulce compañera; animales que hacen las veces de personas; brujas que no dan miedo... Juliette, tendrá que decidir entre lo que tiene y lo que imagina que tendrá.

Con esa melancolía que le caracteriza, acompañada en esta ocasión por pinceladas musicales y mágicas, Pietro Marcello, escarba una vez más en la imprevisible condición humana que, aunque supuestamente marcada por destinos inescrutables, parece reservar un lugar injusto e infausto para víctimas propiciatorias. Por lo que fuere, en la Francia que siguió a la Primera Guerra Mundial, la familia de Raphäel es la elegida, por la sociedad rural norteña, como muñeco de trapo en donde clavar alfileres.

¿Serán suficientes dos alas escarlatas para huir de una inmerecida maldición?

Las tendencias cinematográficas en estos tiempos están muy polarizadas - o tenemos cine comercial de corte espectacular reiterativo y repetitivo (en forma de "remake" interminable), o por el contrario, nos podemos encontrar con autores aislados que aún apuestan por un cine de restauración, pureza y que condensa lo mejor de otros autores y/o tendencias artísticas -; este último caso es el de PIETRO MARCELLO. A buen seguro que en unos años será premiado en algún gran festival.
Después de la singular y personal "Martín Edén", nos regala otra interesante película, "Scarlet".
En esta película vuelve a ofrecer otra vez un alto grado de indefinición formal, extravagancia visual e inestabilidad narrativa: así las cosas, sigue obsesionado con el tiempo histórico (en este caso con la vida de Juliette y la relación con su padre Raphael); por otro lado no sabemos que tipo de género cinematográfico estamos viendo al mezclar comedia, drama intenso, melodrama "naif", musical, etc.; por ultimo, Marcello vuelve a usar una cuidada fotografía de corte bucólico-pastoril, junto a primeros planos y planos detalle más humanos y realistas.
Una película interesante que expone los atributos más llamativos del cine de su autor, recordando a Jean-Claude Lauzon entre otros.

Contada casi como un cuento nos lleva a una historia de personajes sin suerte, a la soledad y a la supervivencia, donde lo único que les queda a los personajes es la esperanza en un mundo donde actualmente no encuentran su sitio. En cierta manera nos lleva al Big Fish de Tim Burton, la desgracia de ser un pez grande en una pecera pequeña y no encontrar su sitio hasta que uno es consciente que debe trasladarse a una pecera más grande.
Película de una hermosura brutal, donde la narración casi sin diálogo, la música y la fotografía se unen de forma magistral para darnos una primera hora de pura poesía visual que fluye con la naturalidad que sólo maestros como Pietro Marcelo pueden conseguir, donde todas las imágenes nos intuyen los sentimientos de los protagonistas. Personajes engullidos por las fatalidades de la vida y anclados en su propio pasado del que no llegan a escapar. En la segunda parte aparece Juliette, nuestro yo sin ataduras y sin miedos, emerge para colorear el relato y dar un sentido de superación a todo el relato. Nuestro yo que mira al futuro sin miedo y como un lugar repleto de oportunidades.
Posiblemente este tipo de fábula ha sido escenificada en múltiples ocasiones, pero seguro que cinematográficamente no ha sido relatada de esta manera. Cine clásico, artesanal.