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Black Mirror: Cocodrilo (TV)

Thriller. Ciencia ficción En un futuro cercano en el que los recuerdos personales ya no son del todo privados, Mia (Andrea Riseborough) debe guardar un secreto inconfesable. Episodio de la cuarta temporada de Black Mirror. (FILMAFFINITY)
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Críticas 40
Críticas ordenadas por utilidad
27 de setiembre de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué falla cuando el planteamiento parecía interesante? Porque la actriz principal Andrea Riseborough resulta notable, y el director es el de The Road, aquella película medio fantástica y completamente dramática que tanto me gustó en su día con Mortensen de protagonista. Y la localización en Islandia... ya sólo faltaba alguna canción de Sigur Ros... pero el mediometraje se vuelve simplón de desenlace, de nuevo la violencia como forma de deshacer cualquier gordiano nudo.
Pepegrau
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20 de abril de 2019
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cara de ángel y corazón de demonio. Un argumento muy similar a una de las ultimas películas de Maribel Verdu, Ola de crímenes, pero en este caso no es una mala comedia, es un thriller de corte clásico donde una mala decisión determina seguir actuando mal. Es como la persona que miente y que tiene que mantener una mentira, un autoengaño para continuar adelante y vivir con la culpa enterrada en el pasado, justificada por el egoísmo y una falta total de empatía hacia los demás.

Este capitulo es duro de ver, ahonda en la maldad del ser humano, el futuro y las nuevas tecnologías harán imposible salir impune de cualquier delito, la falta de libertad vs la seguridad y el bien común. Un debate difícil de encontrar una posición sobre los limites. Black Mirror va de eso, de las nuevas tecnologías que nos controlan, y nos ayudan, cediendo parte de nuestra privacidad.
Una historia terrible, edulcorada con la canción de Ian Harris Hudson.

Se parece al capitulo de la primera temporada, Toda tu historia, pero este capitulo anterior es mas impactante que Cocodrilo, el primero es mas transgresor y este ultimo mas convencional, no te deja tan revuelto pensando en como afectaría esa tecnología a tu vida y en particular a tu vida de pareja.

El mal habita dentro de todos nosotros, es inherente al ser humano y esta en nuestra naturaleza pero depende de la integridad de cada uno para obrar correctamente o dejarse llevar por la inmoralidad.
pikuet
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18 de enero de 2018
6 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tal vez por eso a un sector amplio no le guste. O sea por su ritmo detectivesco y contemplativo. Pero para mí es de los mejores y el tercero mejor de esta temporada. Todo la construcción del episodio culmina en una vorágine final que te deja mal cuerpo de verdad. Las interpretaciones y la dirección son dignas de puro cine oscuro. Un "Black Mirror" lento, turbio y angustioso.
Tyrell Corporation
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29 de enero de 2018
6 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
No entiendo muy bien por qué la gente critica que Cocodrilo sea un episodio desagradable.
A ver, ¿cuándo no es desagradable Black Mirror? Siempre se ha caracterizado por ser una serie incómoda, que dice verdades como puños y presenta los aspectos más oscuros del ser humano.
Cocodrilo es desagradable, sí. Sin duda. Es la historia de una asesina sin escrúpulos. Es seco, duro, sin piedad. Tiene un tercio final aterrador. Real como la vida misma, por otra parte. Pero el efecto en el espectador es superlativo. La emoción es lo que cuenta, y sin duda se consigue lo que se pretende. Además, Andrea Riseborough está soberbia, como también lo está Kiran Sonia Sawar.
El mejor episodio hasta la fecha de la cuarta temporada.
Sibila de Delfos
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31 de enero de 2018
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estoy seguro de que las (pocas) personas que me leen tienen presente la profunda decepción que sentí tras ver lo (poco) que he visto de la cuarta temporada de “Black Mirror”. Antes de enfrentarse a esta reseña, aconsejo que se visite la que hice de “Arkangel”, el episodio dirigido por Jodie Foster que me provocó sensaciones muy diferentes. Y es que “Cocodrile”, el episodio que nos ocupa, acierta en los puntos en los que el anterior fallaba, logrando con ello que sea una de las mejores historias de esta peculiar serie.

El guion, si bien es cierto, no es nada del otro mundo. Charlie Brooker sigue pareciéndome cansado, sin preocupación alguna por hacer trascender su mensaje ni por marcar las lecciones morales que nos dejaban los primeros mediometrajes. Brooker ya no reflexiona, ya no cuestiona, se limita a introducir un elemento tecnológico que afecta al desarrollo de los personajes sin plantearse en exceso los dilemas éticos que suponen. Por suerte, en este caso concreto modifica su estructura y su planteamiento lo suficiente como para resultar innovador: el nuevo cacharro protagonista tarda en hacer acto de presencia, y la historia sigue a dos personajes casi en paralelo hasta que sus caminos se cruzan. En este proceso somos testigos de la destrucción absoluta de uno de ellos, provocando una aumento de intensidad medido al milímetro que nos dejará momentos asombrosamente tensos. Gran parte de culpa la tienen, entre otras cosas, unos personajes protagonistas con los que es difícil no empatizar y la falta de miedo a colocarlos ante callejones sin salida muy bien planteados.

Las actrices que ponen rostro a esta historia también hacen un gran trabajo. Andrea Riseborough está ESPECTACULAR en todo momento, construyendo a una Mia que se percibe terroríficamente real. Su principal compañera, Kiran Sonia Sawar, también se encuentra muy convincente y, aunque no sufre un desarrollo tan profundo, nos regala una interpretación muy estable con un par de momentos de lucimiento a los que no se podría enfrentar cualquier actriz. Mención especial para quién la haya elegido: pensamos que vivimos en una sociedad muy avanzada, pero no me ha dejado de sorprender ver a una mujer con pañuelo por la tele completamente normalizada. Tanta es la impresión que la obra adquiere un plus de innovación que casa muy bien con el ambiente del metraje, con el tono de la serie y de la dirección.

Pero sin lugar a dudas es este último punto, la dirección de John Hillcoat, el que hace destacar a “Cocodrile” y mejora lo visto en el anterior. Este trabajo es soberbio, y sirve como muestra de hasta qué punto es fundamental para el buen resultado de una obra. Hillcoat nos regala una dirección rompedora, pero muy estética, plagada de imágenes que suponen una vuelta de tuerca a los cánones establecidos a la hora de contar una historia. Predominan los planos abiertos, sobretodo cuando seguimos al personaje de Andrea Riseborough, lo que potencia aún más la expresividad de los planos cortos del último tercio. Un último tercio cruel, duro, con una muestra de violencia desmedida que está tratada con sumo cuidado, causando un enorme impacto en el espectador mediante el arma más poderosa: su imaginación. Además, pese a contar con una filosofía similar a la del capítulo de Foster en cuánto a la integración de la tecnología en el universo que plantea, la propuesta de Hillcoat rebosa personalidad por todas partes. La frialdad de los paisajes irlandeses, y de los interiores escogidos, se vuelve un protagonista más de la historia y resultan impresionantes a la vista. Y sin embargo, no logran desviar la sensación de agobio, de tensión, ni la presión de la situación. En este aspecto, hay que elogiar el controvertido ritmo, que mientras unos critican por pesado o lento, yo lo aplaudo por saber transmitir esas sensaciones. Puede que no sean las sensaciones más agradables, pero no vemos “Black Mirror” para sentirnos mejores personas.
Cinéfilo de mierda
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