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La ceremonia

Drama. Thriller Sophie, una mujer eficiente pero fría y calculadora, entra a trabajar como ama de llaves para la exigente señora Lelièvre. Un día, conoce a Jeanne, una empleada muy fisgona del servicio de Correos de Saint-Maló, y entre ambas se establece una relación muy especial. (FILMAFFINITY)
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Críticas 29
Críticas ordenadas por utilidad
17 de octubre de 2010
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
A priori, una película del mismo estilo que las que Chabrol realizó entre finales de los sesenta y principio de los setenta de la mano del productor Andre Genoves y que constituye sin duda la mejor etapa de su obra: Un matrimonio burgués de provincias se verá azotado por una tragedia que volteará su plácida vida.
La apertura parece mostrar ya los mimos trazos: Ese matrimonio al cual cada uno de los cónyuges trae un hijo nacido en una relación anterior contrata a una asistenta para que sirva en su casa situada a las afueras de una ciudad de provincias francesa. Será esa asistenta, ayudada por una empleada de correos, las causantes de la tragedia.
Es decir, el escenario es el mismo, pero lo actores no son ya los mismos. Si el principal logro de Chabrol era mostrar cómo las virtudes de una encantadora vida burguesa van siempre acompañadas de unos vicios soterrados que cuando salen a ras de tierra son capaces de hacerla enfermar, en ésta ocasión todo nace de una agresión externa. Se pierde con ello lo más refinado y complejo de esas historias, que además de describir las contradicciones y peligros de la convivencia, el amor, la lealtad o el tedio lo integraban brillantemente en una narrativa en que tan lógica era una decisión como su contraria, disquisición que se hacía el propio espectador acompasado a la historia. Además, el suspense propio de un admirador de Hitchcock, siempre con arreglo a sus fórmulas.
No por ello es mala, sino simplemente inferior a sus grandes obras (“ La Mujer infiel o Al Anochecer, por ejemplo). Queda el acierto con que sabe recrear esa tensión, o más bien los prolegómenos de esa gran histeria que se va cociendo a fuego lento, pero de la que el espectador tiene certeza que se presentará. Es básicamente ésa la fuerza que hace caminar a la película y por la que uno se entrega a ella, ya que no existen los conflictos morales típicos de Chabrol. Un simple complejo de inferioridad por ser analfabeto o pobre bastan para odiar, y estas son razones suficientes que no necesitan más explicación. Es cierto y es verosímil, está bien narrada y va directa al corazón, lo que la convierte en una buena película. Pero a mi juicio no alcanza la gran categoría de las mejores de su autor.
juanito
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10 de enero de 2010
27 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una pequeña decepción. Buenos actores, un comienzo que instila interés e intriga y una banda sonora bastante elogiable, para observar cómo la historia va desinflándose cuando uno comprueba que no habrá mucho más y que se quedará en una tibieza que tira más a fría que a caliente. El desenlace no hace más que subrayar la caída en picado de un guión al que ya no le queda más que buscar el efectismo absurdo, puesto que ha sido incapaz de conectar apenas superficialmente con el espectador. He hecho el esfuerzo, lo he intentado de veras, busqué el resquicio por el que introducirme, pero me encontraba un muro gélido que me decía: "No puedes pasar de aquí."
Se entiende que cada persona es un mundo y que nadie sabe lo que cada cual lleva dentro... Pero es que al cabo de veinte minutos me importa un rábano lo que le acontezca a Sophie la chacha (que es como un termómetro que siempre marca la misma temperatura, cero grados, y sin cambiar nunca, y que a fuerza de no mostrar nada, consigue que te desentiendas de ella.) Por otra parte, a mi parecer, Isabelle Huppert está bastante de más. Me resulta muy molesto e irritante su papel, y su evolución me parece desproporcionada, al igual que la de su partenaire Sandrine Bonnaire. No he llegado a dilucidar demasiado qué es lo que las impulsa a ser dos pájaras de cuidado, así que una de las conclusiones razonables es que son dos petardas con muy mala leche que no me despiertan la menor empatía, porque no tengo elementos con los que empatizar. Como si tuviera delante dos bloques de hielo.
Lo que sí he dilucidado es que el analfabetismo y el fracaso como madre parecen pretextos que son sólo la antesala de unas frustraciones muy hondas en dos mujeres que se aíslan y que mantienen relaciones conflictivas en el caso de una, o casi autistas en el caso de la otra, con el resto de la gente, y que desembocan en rechazo social. Y, de ahí, surge el resentimiento, aunque ellas se ganan a pulso el rechazo con su actitud. Sophie es muy cerrada y se niega a admitir sus problemas personales. Y Jeanne, la mujer que trabaja en Correos, se granjea con su descaro muchas enemistades.
La amable familia acomodada en cuya casa trabaja Sophie sí me ha resultado más llevadera, pero apenas lo suficiente. Tampoco me sentía vivamente entregada a su vida cotidiana. Si al principio la extraña interacción entre ellos y su empleada parecía ser el punto clave (sobre todo por el hermético carácter de la joven), y de hecho es lo más destacable, aparte de la peligrosa y ambigua amistad entre Sophie y la funcionaria de Correos, con todo ese cúmulo de cizaña, de calumnias y de rencores, finalmente queda diluida en el desencanto.
Epílogo: Cuidadito con los extraños que se meten en casa. Y un lema que podría ser el de las dos protas: "¡Pijos del mundo, temblad!"
Vivoleyendo
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25 de agosto de 2021
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La nueva empleada de hogar de los Lelièvre es una chica eficaz y trabajadora. Sin embargo, Sophie oculta un secreto que la avergüenza. Un día conoce a la cartera del pueblo, Jeanne, de la que se hace amiga, una chica descarada y maliciosa que saca el lado más oscuro de Sophie. No es difícil predecir que las cosas entre esta y sus empleadores no volverán a ser las mismas. Ya veterano, Claude Chabrol dirige con sabiduría esta adaptación de la novela de Ruth Rendell, La mujer de piedra, que a su vez se inspira en Las criadas, de Jean Genet. Chabrol controla con magisterio la gradual tensión hasta el desenlace. Isabelle Huppert y Sandrine Bonnaire están estupendas como Jeanne y Sophie y tienen mucha química. Chabrol demuestra que conoce a estas mujeres y las violentas pasiones que ocultan.
Juan Pais
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10 de mayo de 2008
12 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
A través de su usual retrato de una familia snob, Chabrol realiza una excelente combinación de intriga y crítica con la sociedad en la que vivimos. Nos encontramos con una asistenta un tanto singular. Es atractiva, seria, distante, tímida y misteriosa. Su nueva amiga parece ser lo contrario, pero se complementan bastante bien por su común extravagancia.
Por el otro lado está la familia feliz (eso aparenta), ya que parecen tener todo y dejan la sensación de que en el fondo lo único que tienen es una mansión y un coche cada uno.
La combinación resulta de manera satisfactoria, pues la historia no pierde un segundo de tensión, sino que la va adquiriendo con el paso de los minutos, mientras que se sacan a relucir diferencias importantes y dignas de tener en cuenta sobre la diferencia de clases de hoy en día.
hpbordon
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4 de agosto de 2012
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
No hay un ápice de broma en esta película. Sí mucho humor, que roza el sarcasmo, la ironía y el odio. El odio por destruir lo bello e inmaculado, la caridad y las buenas intenciones de quién quizás se ha visto atrapado por las garras de la benevolencia. Las buenas son las malas, y al contrario.

Isabelle Huppert comiendo chicle no merece desperdicio por ese índide de insalubridad mental que hace atractivo cruzar el umbral de la libertad y dejarse llevar por los bajos instintos. Eso sí, siempre con mucho humor. Porque lo serio a veces aburre y Chabrol parece reirse desde detrás de la cámara, pero en este caso, una risa placentera, de esas en las que uno se acompaña de buen vino, de un buen cochinillo de Segovia y buen postre, pero que al final de la tarde te dejan con mal sabor de boca, sin saber porqué. O es que acaso lo sabemos y no osamos contarlo.

Bravo!
Cadett
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