El show de terror de Rocky

Oh, señor, señor. Me pongo a recordar la primera vez en la que viví (no vi, adviertan la diferencia) esta magistral bizarrada hecha a imagen y semejanza de los instintos más marcianos de la baja naturaleza humana y todavía recuerdo la rabia que me dio cuando me di cuenta de que no podría verla otra vez por primera vez.

Así que si todavía no la habéis visto, sois afortunados, amigos, porque tenéis una dulce cita con un genial travesti en la transexual Transilvania y con un montón de gente eróticamente desatada bajo los tacones de un Tim Curry que no podréis dejar de adorar como se adoraban los símbolos fálicos en la pagana Pompeya.

Y no olvidemos a Eddie, su moto y "Hot Patootie", ni a Rocky, ni a Brad ni Janet. Como diría el vil mayordomo: "It's astounding". Los temazos y la cena, qué maravilla. He visto esta película más de veinte veces, no se gasta el brillo, no se aburguesa la locura. Let's do the time warp again.

Final de órdago además que la sube de golpe, de una obra de culto a una posible y alternativa obra maestra. Es una de mis diez películas favoritas y no me canso de recomendarla (esto me ha granjeado algunas enemistades de por vida). Pero qué buena es, diantres.

Eso sí, no me responsabilizo de nada. Bajo vuestro propio riesgo. Mi único consejo es que no dejéis que en vuestra lista de cosas que hacer en la vida quede por tachar la opción de "Perder la virginidad horrorita".

Tiene dos cosas interesantes esta película. La primera es su carácter provocador y descarado; la segunda, más interesante, su mensaje. He leído que “The Rocky Horror…” es una apología de la homosexualidad. Y no me parece ni muchísimo menos así. Ni siquiera me parece un canto al travestismo. En todo caso, se trata de una apología festiva de la transexualidad, entendida como eso que no distingue entre homosexualidad y heterosexualidad, ni entre hombre y mujer clasificados en cajones estancos. En este sentido, “The Rocky Horror Picture Show” es un grito pegadizo a favor de la libertad sexual.
Pero al margen de la simpatía que me pueda despertar el espectáculo, y de su contagiosa borrachera de fiesta y descaro, y de lo mucho que me enamora Susan Sarandon, tengo que reconocer que, como cinéfilo y siendo honesto, la película es bastante mediocre y su guión directamente malo. De modo que no me cuesta trabajo entender lo que esta película significa, pero eso no la hace buena. Como mucho, pasable.

Hubo un tiempo en que la condición sexual de las personas se dividía en 2 grandes grupos: los normales (heterosexuales) y los degenerados (el resto). Si aún hoy en día hay gente que no puede aceptar que cualquier tipo de condición sexual es perfectamente normal imagínense en 1975. Por ello este film, más allá de su calidad intrínseca, supone un paso adelante en cuanto al valor que le supone mostrar todas las variantes sexuales con desenfado y sin ningún tipo de complejo.

Este musical ofrece un torbellino de sexualidad in crescendo donde hay travestismo, bisexualidad, adulterio, homosexualidad e incluso una orgía. Todo ello con un argumento de fondo bizarro, deslabazado y sin mucho sentido pero que, al fin y al cabo, no importa demasiado a nadie.

La película se hace fuerte en base a su transgresión y a la poderosa interpretación de un Tim Curry que parece Freddy Mercury a lo travelo y una Susan Sarandon que estaba para mojar pan. También es destacable el papel del narrador de la historia, cuya actuación e inserción prace un homaje al Chriswell de Ed Wood.

Quizás "The Rocky Horror Picture Show", no sea la mejor película de la historia, quizás ni sea un buen musical, pero lo que sí es un gran divertimento, una gamberrada freak que, además estoy convencido, ayudo amucha gente ano verse como un monstruo sólo porque su sexualidad era diferente.

Lo mejor: Que ha envejecido bien.
Lo peor: Su guión es realmente malo.

Anonadado y con una sonrisa de oreja a oreja me he quedado con esta explosión de sexo y música. Todavía no me puedo creer que en breve vaya a cumplir 35 años. Algo sólo posible en el clima de efervescencia cultural y libertinaje del Londres de finales de los 60 y principios de los 70. En cualquier otro lugar sus responsables hubieran acabado ante la justicia con toda probabilidad.

Generó un culto instántaneo que se manifestó en sesiones golfas especiales en las que se montaban fiestas en la sala de proyección con el público disfrazado, y que incluso cuenta con club de fans en nuestro país. Algo normal dado su status de madre de todos los musicales gamberros y degenerados.

Sin precedentes cinematográficos claros, ciencia ficción de serie B aparte, la fuente de inspiración se encuentra en la música, en el glam rock. Por eso es una cita ineludible para cualquiera que alguna vez haya coreado una canción de Marc Bolan, de David Bowie o de Queen, o que al menos encuentre divertidos el vestuario y los excesos de estos monstruos del escenario.

Se le acusa de que el guión es una estupidez y casi inexistente, pero yo no he asistido a ninguna fiesta desmadrada que no fuera así. Espero que nunca llegue el día en que esta película me moleste.

Gamberra, kitsch, ambigua, gay, loca, anárquica, descerebrada, brillante, fresca, diferente, rara, freak... No sería capaz de recomendarsela a nadie, es una película desmadrada y consciente de su propio desmadre, quizás esa es su gran baza. Pretensiones 0, divertimento y desmadre 10, es una mala película, el argumento de frenopático, eso si los actores se dejan llevar por la ola de desmadre gay musical y al final uno no puede evitar dejarse embaucar por la música y la locura.
Algo diferente a cualquier propuesta, para ver sin prejuicios.