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El extraño caso del Dr. Jekyll

Drama. Terror Un prestigioso científico vive obsesionado con la idea de encontrar una fórmula que le permita aislar los impulsos malignos del ser humano. Cuando lo consigue, decide experimentar consigo mismo y se bebe la poción que ha inventado. A partir de ese momento, se convierte en un monstruo de maldad que deambula por las calles durante la noche cometiendo todo tipo de fechorías. Adaptación de la obra homónima de Robert Louis Stevenson. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 25
Críticas ordenadas por utilidad
11 de febrero de 2016
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
15/15(18/01/16) Interesante segunda versión sonora del clásico del terror de Robert Louis Stevenson de 1886, realizada por Victor Fleming y protagonizada por el afamado actor Spencer Tracy, con el hándicap de ser una copia del Rouben Mamoulian de 1931, con Fredric March en el rol del bipolar doctor. Más que una versión de la novela es una adaptación de la obra teatral de Thomas Sullivan, que se inspira libremente en el libro, la metro Goldwyn Mayer se hizo con los derechos de la obra original, versionada en cine en 1931 por la Paramount, esta versión quiso la MGM hacerla desaparecer, consiguiendo tantas copias como pudo y detrayéndolas para hacer la suya genuina, haciendo de la versión un film desaparecido hasta que se halló décadas después, consiguiendo con su restauración recuperarla. El guión es de John Lee Mahin (“Scarface”, “Capitanes intrépidos” o “Quo vadis”), en el se desarrolla la eterna lucha entre el bien y el mal, en este caso en la bipolaridad que reside en todas las personas, se reflexiona sobre los peligros de el Hombre jugando a ser Dios, enmarcado todo en la gótica época victoriana. En lo malo está que nada aporta original a la versión de 1931.

El escenario es el Londres de finales de SXIX, el protagonista es el Dr.Jekyll (Spencer Tracy), tipo obsesionado con la búsqueda del origen del mal en las personas, cree el bien y el mal habitan en todos los humanos, solo es cuestión de “sacudirlo” para que salga a flote. Para ello lleva a cabo unos experimentos en su sótano, llegando al punto de probar en sí mismo un suero para que emerja su lado Malo, cambiándole el aspecto físico y mentalidad, con esta nueva personalidad transitoria sale por la urbe con un nombre nuevo, Mr. Hyde, en sus correrías en una sala de variedades entabla relación con una camarera, Ivy Pearson (Ingrid Bergman), a la que conoció como Dr. Jekyll, su trato deriva en vejaciones por parte de él a ella. Entre tanto Jekyll mantiene un noviazgo con la dulce Beatrice Emery (Lana Turner), teniendo ella un padre (Donald Crisp) receloso del extraño comportamiento de Jekyll. Asimismo tiene importancia en el relato el mejor amigo de Jekyll, el Dr. Lanyon (Ian Hunter).

La historia nos habla de la complejidad de la Condición Humana, sobre su dualidad, una persona puede ser cruel y tierno, ángel y demonio, bueno y malo, solo depende de las circunstancias, nos habla de la hipocresía, de la represión sexual, de las falsas apariencias. El relato se mueve por estos derroteros, pero de un modo que rasca poco, quizás debido a la censura imperante en Hollywood que hace que el aspecto más acentuado de esta dualidad está en la represión sexual, que Mr Hyde deja medio traslucir en su lujuria, esto que solo se muestra de modo liviano es el verdadero motor de lo que debería ser la historia, en como el Dr Jekyll representa las buenas maneras y la flema ante el sexo y Mr Hyde es desenfreno sexual, estas connotaciones de índole erótico-sexual quedan cercenadas por mor del Código Hays, quedando un tanto difusa la personalidad de Mr Hyde, su misoginia, machismo, y salvajismo sexual, hacen que orgánicamente la narración se resienta. Asimismo es reseñable como se cargan las tintas en el melodrama romántico aminorando la poderosa carga de terror que conlleva el relato, restando tensión.

Posee el film un atractivo arranque con la presentación del Dr Jekyll, luego baja un poco, con picos de sugestiva intensidad, como la sensual aparición de Ivy, la primera transformación de Jekyll en Hyde, o la siniestra huida de Hyde por las calles Londres. Lo bueno está enclaustrado en un film un tanto tenue en reflejar el conflicto interno, la tormenta interior del Dr, su batalla entre sus enconados sentimientos. Por su marcado melodrama adolece de tensión, esto se denota sobre todo en un final anticlimático, carente de poder emocional. Aún así tiene momentos buenos que la hacen recomendable.

Queda muy bien expuesta la simbología visual de la que está salpicada el film, como la de las puertas de la casa del Dr. Jekyll, por un lado está la puerta principal, por la que entran los invitados y la gente de bien, como el Dr. Jekyll, y por otro está la puerta del laboratorio, situada en los bajos de la vivienda (metáfora del Infierno) y de la que se puede salir a la calle por una puerta trasera, por la que sale y entra el pérfido Mr. Hyde, haciendo con las puertas el símil de las dos personalidades, la principal es la de delante y la oscura es la de atrás. Esta dualidad aquí de puertas, se realza con las dos mujeres, Beatrice es la puerta delantera, la mujer burguesa, la educada, la virginal, esta contrapuesta a la extrovertida y sexy Ivy, en representación de la tentación sexual, de la corrupción moral, todo en pos de exponer la dualidad de la Naturaleza Humana. Ahondando en este simbolismo destaca las imágenes de reminiscencias freudianas en la primera transformación, con la flor de la bondad hundiéndose en el agua, con las dos mujeres en la mente de Jekyll, la rubia su novia Beatrice, y la perversión la morena Ivy hundiéndose en un cenagal, a lo que sigue Jekyll azotando con rabia a dos yeguas, una blanca y otra negra, que se transforman en las dos mujeres con sus cabellos al viento mientras parecen disfrutar de los azotes de un Jekyll desencajado, o en la segunda metamorfosis, se inicia con Beatrice de viaje, Jekyll observa con lujuria la liga que le regaló Ivy, entonces decide tomarse la pócima, y en su mente se entremezclan otra vez las dos mujeres, embotelladas y Jekyll decide descorchar a una Ivy sonriente, produciéndose una explosión, alegoría claramente sexual, como su yo normal es retraído decide buscar en su yo couclto (Mr. Hyde) la valentía para ir en busca de Ivy, quedando patentes sus demonios con respecto a su obsesión sexual latente que proviene de la puritana sociedad en la que vive.

(sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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26 de febrero de 2014
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si algo tengo claro después de haber visto esta versión del clásico de Stevenson es que no olvidaré las apariciones de Spencer Tracy, más cuando se convierte en el tremendo Hyde que cuando la realidad lo señala como doctor Jekyll. Por lo visto la versión anterior "El hombre y el monstruo" de 1931 cuenta con mejores opiniones, pero esta adaptación de Victor Fleming cuenta con un guión estupendo capaz de introducir a dos personajes femeninos sin que el resultado chirríe. De hecho, gracias a esta aproximación tan libre el espectador se beneficia de la presencia de dos bellezas imponentes, Ingrid Bergman y Lana Turner.

Mis mayores elogios van en dirección al protagonista, un actor cuya interpretación cuando encarna el mal es portentosa, más allá del maquillaje, lo que hace Spencer Tracy cuando tiene delante de él a la pobre Bergman es para salir corriendo. Da verdadero pavor verlo abalanzarse ante esa pobre mujer, es algo que me ha conmovido y eso siempre es destacable cuando hablamos de cine, porque de eso se trata en películas del género de terror, digo yo.

Respecto a la reflexión propia que se deriva de la obra de Stevenson me sitúo al margen, la dualidad humana maldad/bondad ahí queda, se trata de un tema muy trillado ya. La ventaja de las imágenes respecto a las letras son evidentes, está delante nuestro, ese excepcional Tracy escabulléndose por las calles de Londres, entre sus sombras y recovecos, es cosa propia del cine. Yo a Victor Fleming no le protesto nada, me ha dado mucho más de lo que esperaba.
Luisito
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8 de octubre de 2013
10 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hoy nos quejamos, con razón, de la poca imaginación de Hollywood, saturado de remakes nostálgicos, adaptaciones de cómics e incluso de videojuegos. Bueno, en realidad no es una cuestión de falta de imaginación, sino la imposición del mercado, que apuesta corto y a lo seguro. En el pasado ocurría menos, eran tiempos distintos, pero he aquí uno de los ejemplos de reciclaje de una fórmula que funciona. Y es que ''El extraño caso del dr. Jekyll y mr. Hyde'' es una pequeña gran historia, de esas que marcan épocas.

Mucho se ha criticado a las versiones cinematográficas su alejamiento de los elevados intereses de R.L. Stevenson, cuya novela era más ''metafísica'' (¿?) que morbosa. Estos críticos deberían pararse a pensar que si todas las adaptaciones del cine han subrayado sin excepción la temática sexual implícita, que apenas encontramos en la casta novela, será por algo. Será que la historia así se crece y pone los pies en la tierra. Que no se me malinterprete: la obra original de Stevenson fue buena, muy buena; una de las mejores historias que parió la sugestiva e hipócrita Inglaterra victoriana. Pero creo que fue su mismo contexto victoriano el que refrenó y suavizó algunos aspectos que podían haberse desarrollado más, sin que la cuestión ética principal se empobreciera con ello. Al fin y al cabo, la fantasía nos permite tratar estas cosas sin ponernos límites; e historias tan geniales como ésta deben ir adaptándose a los tiempos.

En 1920 apareció la primera gran adaptación del cine mudo: ''Dr. Jekyll and Mr. Hyde'', con la recordada actuación de John Barrymore, que siempre tuvo fama de sobre-actuar, pero aquí clava un doble personaje; angelical por un lado y perverso por el otro, ¡sin apenas maquillaje! Actores como estos quedan pocos. La siguiente versión llega una década después, con la homónima de 1931, conocida en España como ''El hombre y el monstruo'', y quizás la mejor versión cinematográfica jamás realizada, de pocas sutilezas estéticas (mr. Hyde luce un marcado maquillaje) y terrorífica para su época. Vamos, que pasó la censura de milagro. Su mayor virtud es el guión, que enfatiza el morbo que ya inició la versión silente. Fredic March realmente nos convence en su diatriba moral.

Y, como si alguien se hubiera tomado a broma la cosa, exactamente diez años después surge una nueva versión, bautizada igual que las dos primeras (''Dr. Jekyll and Mr. Hyde''). Tres versiones con el mismo nombre, que se llevan la distancia respectiva de 10 años entre una y otra. Esto es, cuanto menos, curioso. La versión de 1941, de Victor Fleming, es una buena película en sí misma, pues cuenta con un buen material base que, además, ha sido pulido y puesto a prueba en varias ocasiones anteriores, cosechando éxitos. Esta virtud es también el mayor defecto de la cinta, pues... ¿realmente era necesaria ? La obra de 1931 sí aportó cosas nuevas (no solamente sonido) a la primera versión muda, pero esta tercera versión de 1941 reincide en los aciertos de la segunda versión, sin cambiar nada que sea realmente reseñable.

En esta ocasión, mr. Hyde no depende tanto del maquillaje como del buen arte de ese gran actor que fue Spencer Tracy. Se ha criticado - para mal - la selección del casting. No estoy de acuerdo con que Tracy fuese una mala opción, pues si bien es cierto que su duda moral no aparece tan contrastada como en el caso de Fredic March, creo que esto se debe al guión, no al actor. El comienzo de la historia, destinado a presentar el personaje e introducir la cuestión, es más acertado en la versión de 1931 que en la de 1941. Pero Tracy trabaja de miedo. No olvidemos que años atrás había protagonizado ''Furia'' de Fritz Lang, toda una obra maestra en la que interpreta también dos caras morales de un mismo personaje: el anverso y el reverso de la moneda. Por otro lado, no me convence tanto la elección de Ingrid Bergman para el papel de la mujer perdida. En fin, el resultado final es bueno, pero es imposible valorarlo olvidándonos de las dos películas anteriores.

Lo mejor: Cuando ella conoce de verdad a su prometido. Jeckyll se va y ella llora desconsolada para que él vuelva a su lado. Y volvió, y entonces ella vio su verdadera cara.

Lo peor: Pese a su calidad, es poco meritoria por la repetición cinematográfica, e incluso podemos plantearnos si fue una versión innecesaria. ¿La de 1920, la de 1931 o la de 1941? El dicho popular dice que ''a la tercera va la vencida''. No creo que sea éste el caso, pero al menos ahora podemos escoger y quedarnos con todas ellas.
Caligari sin gabinete
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4 de abril de 2012
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Recientemente vi la espléndida versión que Rouben Mamoulian hizo en 1932 del inmortal mito del doctor Jekyll y mister Hyde: "El hombre y el monstruo", una película realmente magnífica repleta de ingeniosos detalles, ocurrencias, aciertos y, sobre todo, una interpretación emblemática de Fredric March, que le aportó un más que merecido Oscar, y una no menos brillante actuación de la siempre estupenda y sensual Miriam Hopkins.

Todo este preámbulo viene a colación porque nada más terminar de verla me vino a la memoria la célebre versión que hizo en los años 40 Victor Fleming de tan afamada novela: "El extraño caso del Dr. Jekyll". Y, si ya entonces, me pareció una película sosa, aburrida y descafeinada, ahora, después de ver la soberbia versión de los años 30, me reafirmo que es una película totalmente fallida e insulsa.

Se podrían decir muchas cosas negativas de la película de Fleming como que la ambientación tétrica, sombría, fatalista y pesadillesca brilla totalmente por su ausencia, que toda la sensualidad y erotismo (tan esenciales para entender las pasiones e instintos que desatan el comportamiento de mister Hyde) son nulos y que la realización artesanal de su director es todo menos apasionada . Pero si hay algo que, por encima de todo, falla en esta versión es el tremendo error de casting al elegir a sus intérpretes.

Vale, sé muy bien que Spencer Tracy es un actor todoterreno con un talento tan incuestionable y admirable que puede defender cualquier papel que interprete con soltura. Pero, a pesar de ello, en este film está fuera de lugar porque, quiera o no, Tracy no puede desprender la ambigüedad moral y ética, así como resultar convincente con las brutales acciones de mister Hyde, al tener una presencia cinematográfica tan marcada. Un actor, con un evidente lado oscuro más definido, como por ejemplo Charles Boyer o George Sanders, hubieran aportado muchos más matices a este jugoso, dual e inquietante personaje.

Ahora bien, si el tema de Tracy es cuestionable, lo que no tiene perdón es el tremendo error de casting al poner a la sensual Lana Turner de los años 40 como la abnegada, sufrida, pura, virtuosa, inocente y virginal novia del doctor Jekyll , y a la cándida y tierna Ingrid Bergman como la prostituta barriobajera que desata los instintos más primarios de mister Hyde. Evidentemente, excusa decir, que si dichos papeles los hubiesen intercambiado entre sí las actrices la película hubiese ganado muchos enteros.

www.eldespotricadorcinefilo.com
El Despotricador Cinéfilo
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17 de mayo de 2009
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Magnífica obra del 7º arte, y magnífica adaptación al cine de terror de este "extraño" caso que hoy en día en la realidad no lo es tanto, hablamos de un doctor que inventa una "droga" (una cosa entre Alcohol y LSD) y su metabolismo, su razón y sus valores cambian completamente al ingerirla, hasta el punto de que él siente que domina esa droga pero ella al final lo acaba dominando a él hasta el punto de que no necesita tomarla para que salgan sus efectos.

Y sus efectos son por desgracia un desdoblamiento de la personalidad del honorable Dr. Jekyll que se acaba convirtiendo en un monstruo. Es el paso que da una persona al tirar toda su vida por simplemente probar un trago de ese "elixir" que en este caso ni rejuvenece ni sana males, todo lo contrarío..
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ari
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