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La gaviota

Drama Rusia, a finales del siglo XIX. La actriz Irina Arkadina (Annette Bening) es una veterana y vanidosa estrella del teatro moscovita que pasa parte del verano en una idílica finca junto a un lago, propiedad de su hermano enfermo (Brian Dennehy). Allí compartirá los días con su amante, el escritor Boris Trigorin (Corey Stoll), su hijo (Billy Howle), aspirante a escritor, y la joven e ingenua actriz Nina Zarechnaya (Saoirse Ronan). Ellos, y ... [+]
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Críticas 16
Críticas ordenadas por utilidad
26 de setiembre de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La gaviota

"La medicina es mi esposa legítima y la literatura mi amante, cuando me canso de una, paso la noche con la otra." Antón Chéjov

He tenido la inmensa fortuna de ver esta extraordinaria adaptación al cine de “La gaviota”, tal vez la obra teatral más conocida y representada del gran genio literario que fue el ruso Chéjov. Y valga la ocasión para puntualizar que la noche de su estreno, el 17 de octubre de 1986, fue abucheada por el público que abarrotaba el teatro de Alekxandrinsky en San Petersburgo. Insólito.
Su director Michael Mayer, que también ha dirigido obras de teatro, entre ellas “Tío Vania”, ha logrado realizar una magnífica película ajustadísima a la versión del gran dramaturgo. Aprovecha con gran acierto los muchos recursos que le ofrece el cine sin desvirtuar la verdadera naturaleza ni el vigor de la obra. Hace uso, a través de una espléndida fotografía, de los bellísimos exteriores que rodean la casa de Sorin (un gran Brian Dennehy) en su agónico final; construye un acertadísimo “flasback” con mucho sentido narrativo para empezar la cinta por el cuarto y último acto sin desvelarnos su final. Una impecable ambientación y los sorprendentes movimientos de una cámara ágil que se desplaza como pez en el agua en cada secuencia contribuyen al desarrollo del drama y una música celestial eleva la intensidad de la trama cuando suena embriagador el “Lascia ch’io pianga” de Handel, melancólica la “Meditación” de Tchaikovsky y su sonata de cuerdas, o las vibrantes rapsodas y sonatinas rusas de sobresaliente factura.
Nada hay que desentone en esta perfecta y contenida realización. Annete Benning brilla en la piel de la caprichosa Irina; Corey Stoll se agiganta interpretando a Boris; Saorise Ronan, una vez más, nos desgarra actuando como la dulce e inocente Nina seducida y engañada por la fama de su depredador; Billy Ronan cargará con la gran responsabilidad de protagonizar al inestable y atormentado Konstantin y Elisabeth Moss asumirá la pasión que atormenta a Masha por un amor no correspondido.
Mayer respeta el texto de Chéjov y siguen ahí inalterables el germen de una burguesía decadente y la insolencia de una servidumbre que comienza a ser consciente de su postración de siglos. Apenas dos décadas después, esa siembra desembocaría irremediablemente en la sangrienta Revolución Bolchevique.

Emilio Castelló Barreneche
Rómulo
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29 de marzo de 2021
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin ser un experto, diría que la literatura rusa es un reflejo de la idiosincrasia anárquica de ese pueblo que se manifiesta en toda clase de disciplinas, como el propio cine, el deporte o incluso la tecnología. Un talento personal incuestionable, grandes ideas, brillantes individualidades, pero sin estructura ni cohesión, como si el tratar de poner orden pudiese contaminar la esencia de lo básico. Así, los equipos rusos son capaces de lo mejor y de lo peor, de desquiciar a rivales más poderosos y perder contar adversarios menos potentes. Los inventos rusos a lo largo de la historia han ofrecido soluciones simples e ingeniosas a problemas complejos, pero han carecido de fiabilidad por una sistemática desgana para pulir defectos. Y el cine y la literatura clásicos exigen gran esfuerzo a las mentes occidentales por un estilo desestructurado que abre tramas de las que no se vuelve a saber nada, introduce decenas de personajes que desaparecen tras una o dos escenas para reaparecer cientos de páginas más allá sin motivo aparente, alterna la primera con la tercera persona, el narrador omnisciente con el punto de vista personal, interminables descripciones de paisajes con diálogos filosóficos y reflexiones sobre la naturaleza del amor o la vida, lenguaje llano con formato epistolar y, en definitiva, un collage de estilos y géneros en dos horas de película o seiscientas páginas de libro tan complejo como la vida misma.

Capaz de emocionar y aburrir de manera alternativa varias veces en pocas páginas, leer un libro de Tolstoi, Dostoievski o Grossman es un ejercicio de paciencia en el que hay que recular varias veces para ver qué había dicho este personaje la última vez que apareció cientos de páginas atrás. A cambio, fascina el ambicioso intento de abarcar todos los aspectos de la vida de muchas personas, de describir todos sus contextos y meternos en sus personalidades como si fuese posible plasmar la infinitud de la realidad en un libro. “La Gaviota” es una adaptación de una obra de Chéjov, al que nunca he leído, pero en el que se aprecia toda esa ambición y esa elegante falta de estructura. Lo que no entiendo es por qué si es una producción occidental - estadounidense- protagonizada por actores occidentales - europeos y americanos- y con un target de público eminentemente occidental, no se toma la molestia en tomar la esencia de la obra original y adaptarla a los estándares europeos ordenándola y estructurándola de manera que mitigue el choque cultural. En lugar de eso, se ha tratado de trasladar sin más el libreto con el resultado esperable cuando, claramente, ni director ni actores ni, presumiblemente, guionistas han entendido el concepto original y el intento de encontrar el orden dentro del caos ha dado lugar a una incomprensible historia de amores y despechos plagada de silencios incómodos, innecesarias transiciones, elipsis mal entendidas e interpretaciones fuera de lugar.

Yo creo que había dos enfoques posibles. El primero, ser fiel a Chéjov, dejarse sumergir en el caos y confiar en darle al espectador detalles suficientes como para que él mismo encontrara en su cabeza el orden oculto. El segundo, masticar la obra y hacer una reinterpretación total, quitar todo lo accesorio y contar la historia al modo convencional. Pero tirar por la calle de enmedio metiendo todo lo que trae el libro, sin sacrificios, pero tratando de montarlo y encajarlo como espera el gran público conduce a que lo mejor que se puede decir de esta “La Gaviota” es que es elegante. Fotografía, ambientación y escenografía nos llevan a ese mundo de época de finales del XIX en el que viviremos dos horas a medio camino entre el desconcierto y el aburrimiento.

Fría, lenta y difícil de identificarse con unos personajes que no dejan de dar bandazos imprevisibles y decir la frase menos oportuna en el momento menos conveniente. Mala adaptación y pobre película.
OsitoF
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8 de setiembre de 2018
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como imagino sabrán, se trata de una nueva adaptación al cine de la obra teatral homónima [1896] de Antón Chéjov. Entre las versiones más conocidas figuran la del director ruso Yuli Karasik [Chayka; 1972], la de Marco Bellocchio [Il gabbiano; 1977] pero, sobre todas, la de Sidney Lumet, 'The Sea Gull', en 1968.

Con un austero presupuesto, el realizador, mucho más director de teatro que de cine, lleva a cabo un trabajo académico correcto e intimista, aportando al marco teatral una buena fotografía de exteriores, abundantes primeros planos del rostro de los actores, en busca del lenguaje gestual, y un montaje de naturaleza circular -se ha puesto de moda la analepsis- que trata de subrayar el grupal y repetitivo retrato spicológico de Chéjov.

Qizás resulte excesiva la presencia de la banda sonora y obsurezca el relato una lóbrega fotografía de interiores que pretende una luminosidad melancólica natural de amores no correspondidos, sin conseguirlo en absoluto.

Pero sí conviene resaltar, además de una notable ambientación y vestuario, la excelente dirección de actores y, sobre todo rsa remarcable interpretación coral de los mismos, destacando, entre ellos, por espectaculares, Annette Bening [Irina], Corey Stoll [Boris Trigorin], Elisabeth Moss [Masha] y el entrañable Brian Dennehy [Sorin]. Saoirse Ronan [Nina] y Billy Howle [Konstantin], transmiten, en mi opinión, mucho menos.

El resultado es tan profundo, gracias a la fidelidad del guión, como algo frío, pictórico y claustrofóbico, en una mansión donde la concentración creativa alcanzó tal nivel que incluso los principales actores se alojaron, durante el rodaje, en las propias habitaciones de la misma. Vivían allí, vamos.

Teatro correctamente cinematrografiado con una interpretación coral mayoritariamente espectacular [7 sobre 10]

El quicio de la mancebía [EQM]
https://elquiciodelamancebia.wordpress.com/2018/09/08/la-gaviota-eeuu-2018-de-michael-mayer
elquicio
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14 de setiembre de 2018
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La idea es básica, clásica que dirían otros, pero el resultado puede entretener. Las magistrales interpretaciones del elenco femenino obnubilan al sector masculino. Bening llena con su acidez descarnada un personaje épico y eterno. Ronan calca a un estereotipo vivaz pero comprensible y sale airosa a pesar de su actitud. La sibilina sordidez y desquicio de Moss ensancha las costuras de los espectadores y amplía la visión enérgica de los anhelos interiores. No dejan indiferente tres formas, actitudes y visiones de un mundo femenino que llena la pantalla y las ansias de los espectadores. El corte clásico del guion se acompaña de una musicalidad de las tramas que deja entrever de fondo las palabras de y las órdenes de un Chéjov eterno. Porque el tema es universal, eterno y perenne. Vístanlo de modernidad o clasicismo, las palabras se escriben y los actos se ven, y el director las plasma con oscilante prudencia y serenidad, contundente en su mensaje.
Bolseiro
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4 de setiembre de 2018
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es en si la historia, es la manera de contarlo y las interpretaciones absolutamente geniales lo que hace que esta historia de amores cruzados sea tan atractiva e interesante. El ritmo no decae en ningún momento y hasta da pena que se acabe

Acompañan a esto una dirección artística muy buena y una buena fotografía.

De las buenas del año.
Solidad
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