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Alguien, en algún lugar

Romance. Comedia. Drama Rémy y Mélanie tienen treinta años y viven en el mismo distrito de París. Ella acude a múltiples citas fallidas por las redes sociales mientras que él lucha por hallar una conexión con alguien. Ambos son víctimas de la soledad de las grandes ciudades, en una era hiperconectada, donde encontrarse debería ser más sencillo. Dos personas con dos caminos, que sin saberlo, toman una ruta que los llevará hacia una misma dirección… (FILMAFFINITY) [+]
Perdidos en París
Rémy y Mélanie son dos treintañeros parisinos. Son vecinos, viven pared con pared. Pero no se conocen e incluso el caprichoso diseño de la fachada de sus viviendas hace que ambos puedan asomarse a sus terrazas o ventanas sin verse. Los muros, siempre los muros. Incluso en una sociedad hiperconectada, en la que los engarces personales viven a un golpe de click, Rémy y Mélanie pueden cruzarse en el portal, en la tienda de comestibles de su barrio, en la calle, en el metro… y no percatarse de la existencia del otro. Aunque intuimos que Cédric Klapisch hará lo posible para salvar los azares de la existencia y enlazarlos de algún modo.

¡Y vaya con Klapisch! Uno lo tenía como un eficiente guionista y un funcional director y resulta que puede encontrar la inspiración suficiente como para fabricar una comedia de altos vuelos como "Tan cerca, tan lejos". Kaplisch va acumulando ya una amplia carrera, aunque aún se recuerda como su mayor éxito el díptico formado por "Una casa de locos" y "Las muñecas rusas", en 2002 y 2005, donde se acercaba a las peripecias de un grupo de jóvenes que vivían en Barcelona bajo el amparo de una beca Erasmus, así como a sus procelosas existencias unos años más tarde. Buenas comedias, sin duda (Kaplisch siempre ha manejado con soltura el 'tempo' de uno de los géneros más complicados del cine), pero en las que se echaba en falta una implicación personal, una mirada propia que parecía latir solo bajo algunas secuencias.



Aquí está esa mirada. "Tan cerca, tan lejos" supone la inmersión definitiva de Kaplisch en una historia en la que cree, en la que se vuelca y en la que traza un atinado retrato generacional además de un dibujo social que muestra cómo la soledad se cobra sus presas en las grandes ciudades: debajo de la apariencia ligera de la película, crece poco a poco una llamada de atención. Todo ello nace de un espléndido libreto del propio Kaplisch en complicidad con el director y guionista Santiago Amigorena. Y que se muestra con claridad desde el primer momento: los títulos de crédito se acompañan de un frenético montaje de imágenes de pasajeros que transitan por el metro de París. Vidas que se encuentran durante unos minutos. Vidas que se cruzan, pero se excluyen. De uno de los vagones bajan Rémy y Mélanie. Esas son las existencias a las que nos asomaremos.

"Tan cerca, tan lejos" maneja con suma habilidad la premisa de su relato, a la manera de un ingenioso McGuffin: como espectadores, intuimos pronto que el encuentro entre Rémy y Mélanie está destinado a ocurrir, pero, al tardar en llegar, sabremos que lo más importante será el cómo y el cuándo. Entretanto, nos volcaremos en sus vidas por separado, las que los conforman como dos personas en cierto modo dolientes, cada una de ellas con un pesar íntimo que las deja huérfanas de asideros. Y moviéndose entre el drama y la comedia (el camino por el que pasean todas las vidas) deberán aceptarse a sí mismos; deberán abandonar sus contactos con su entorno a través del móvil, el ordenador o las redes sociales y establecer lazos en la realidad. Porque, como asegura la psicoanalista de Mélanie "no hay un nosotros si primero no hay dos yo".



En sus paseos de casa al trabajo y del trabajo a casa, en sus ocasionales y fugaces relaciones familiares y sentimentales, Rémy y Mélanie son siempre dos náufragos condenados a encontrarse en su particular isla desierta: algún lugar de su barrio. Ellos aún no lo saben, pero los espectadores ya tenemos la certeza. Kaplisch recoge sus pesares en planos fijos de admirable contención, o los acompaña con la cámara en movimiento en los momentos en que se asoman a la felicidad y a la autoconciencia. Con su estilo visual transparente, pero siempre medido, con la duración exacta de cada plano, el director los somete a situaciones divertidas o dramáticas y, entretanto, consigue que aprendamos algunas cosas sobre ambos y, de paso, también sobre nosotros. Y lanza desde la pantalla algunos sencillos y lúcidos consejos vitales, como los que dedica a sus clientes el tendero en cuyo establecimiento compran Rémy y Mélanie, un personaje secundario que supone todo un hallazgo y que el guion desarrolla en unos pocos trazos con sorprendente agudeza.

Esta es la habilidad de "“Tan cerca, tan lejos". Y no es poca. Ojalá tantas comedias mediocres, indignas, tramposas o directamente execrables tomasen nota del trabajo de Cédric Kaplisch. Desde la ausencia de aspiraciones profundas se puede abordar la hondura de la vida cotidiana. Y desde la simplicidad se puede encontrar el trazo perfecto, sensible, para dotar de vida a dos personajes que podríamos ser cualquiera de quienes los hemos acompañado durante unos días de su vida.
Escrita por Miguel Ángel Palomo (FilmAffinity)
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