Cualquiera que conozca la trayectoria del director y guionista Todd Haynes, sabe que no se puede esperar que I'm not there sea una biografía convencional de Bob Dylan. En ella hay destellos del preciosismo de Lejos del Cielo, o esa furia que subyace bajo la superficie de Safe, o incluso la devoción y estudio por una música y un estilo que había en Velvet Goldmine (a su vez, otra biografía imaginaria); pero I'm not there se acerca más al puro -y duro- cine totalmente experimental de su primera película en imagen real, Poison.

Por eso I'm not there no es una película de la que sea fácil sacar conclusiones, o incluso verla. Su director es un artista completo, de eso no hay duda, y por eso es indiscutible el interés de la propuesta. Pero I'm not there es tan outsider de la manera tradicional de hacer películas que descuida, o mejor dicho, no se preocupa en absoluto, de conceptos tan esenciales como el ritmo, la coherencia narrativa, o la resolución dramática del guión.

Al acabar la cinta, efectivamente, no sabemos lo que Haynes quería contar, a no ser que sea un retrato poliédrico de la personalidad, la carrera y las diferentes facetas de un artista, de un genio. Para eso se sirve de un espectacular plantel de actores que cumplen cada uno su cometido con detallismo y carencia total de alardes o manierismos. Cate Blanchett, Christian Bale, Marcus Carl Franklin, Richard Gere, Heath Ledger y Ben Whishaw hacen del minimalismo interpretativo un arte, y los retratos de la distintas vidas de Dylan son sin duda lo mejor de la película (apoyada asimismo por actores tan buenos como Julianne Moore, Michelle Williams, Charlotte Gainsbourg y Bruce Greenwood).

I'm not there es un experimento, y como tal tiene puntos muy interesantes y otros fallidos, pero también es una pieza que encaja perfectamente en la ecléctica filmografía de un director tan interesante como Todd Haynes.