Ocurre con Capitán Phillips algo que su director Paul Greengrass esquivó con sabiduría en una propuesta argumental similar anterior, United 93. Aquí, a pesar de contar, como en aquella, con una interesante lectura política sobre la situación que narra, hay momentos en que la pirotecnia a punto está de tirar por tierra el discurso ideológico de la cinta. Al igual que en United 93, un hecho real inspira a la película, en la que el aislamiento forzado de sus protagonistas lleva al director, a través del guión, a reflexionar sobre la macro-política (palabra inventada, pero que me viene al pelo) de hoy. Pero en Capitán Phillips, hay un momento en que la artillería pesada sale a flote, como si estuviéramos viendo una peli de James Cameron, y contrasta demasiado con lo visto hasta entonces, haciendo peligrar el lado más humano de la historia.

A pesar de esta cierta descompensación, Capitán Phillips es una cinta de acción impecable, que confirma a Greengrass, como ya habíamos visto en United 93, como un genio de la planificación y del montaje, capaz de tensar las cuerdas de la opresión y la intriga hasta el límite.

Todo lo que ocurre en el carguero está filmado con una sabiduría indiscutible, y no sólo eso, sino que la presentación de protagonistas y antagonistas es soberbia. Porque en Capitán Phillips no hay buenos ni malos, sólo peones, piezas de ajedrez de un mundo demasiado grande y demasiado desigual, un mundo, todo, regido por una misma ley, que no es justa dependiendo de el lugar en el que hayas nacido. “No sólo eres un pescador”, dice Tom Hanks en un momento dado a ese impresionante intérprete nobel que es Barkhad Abdi. Y el problema está en que no sólo PUEDE ser un pescador.

Hablando de sus intérpretes, hay que destacar el impresionante trabajo que todos ellos hacen, y en especial los dos mencionados. Barkhad Abdi es uno de esos talentos aparecidos de la nada, una bestia del matiz y de la fuerza, desprovisto de adornos o de cualquier técnica. Y Hanks, al contrario que otros colegas de profesión (Tom Cruise, Denzel Washington, por ejemplo), consigue que su estatus de estrella no manche nunca su trabajo al hacer el personaje. En cada secuencia está extraordinario e indiscutiblemente veraz, hasta un prólogo en el que vacía toda la tensión vivida en un metraje adrenalínico, que no deja respiro ni a sus personajes ni a los espectadores, y que debajo de, tal vez, demasiado espectáculo, esconde interesantes lecturas del mundo de hoy.