Vaya despropósito de película, con situaciones nada interesantes, diálogos banales, personajes planos, lentitud en el desarrollo de una historia que nunca llega, exceso de escenas carnales, aburrida hasta las tantas. Y encima coge el director como tema de trasfondo una serie de asesinatos obra de un psicópata, algo que podría haberse aprovechado, pero que Spike Lee echa por la borda dejando el asunto completamente de lado a lo largo de todo el metraje. A nadie le interesa ver a un personaje bailando salsa con su esposa y luego poniéndole los cuernos con otra; ni al inverosímil Adrien Brody con esas greñas punks, en una actitud de rebelde que no se cree nadie, con la cara de soso que tiene. Además, el director, como siempre, abusa de los estereotipos, sobre todo de los italoamericanos, retratados como los típicos spaguetti o macarroni, con sus peinados a lo tupé y sus chándal cutres. Al igual que me pasó con La última noche, esta cinta no pude acabarla, pues me supuso tal sopor que ya no sabía qué postura coger en la silla, y acabé con dolor de cabeza, renegando por no aprovechar mejor el rato viendo algo más interesante.