Para quienes hemos leído el inigualable "Ensayo sobre la ceguera", del gran José Saramago, esta obra llena de buenas intenciones de Fernando Meirelles se queda corta. Es el gran reto de los adaptadores: intentar sacar la esencia de una novela, el alma y traducirlo al formato cinematográfico. Ni que decir tiene que esta loable empresa fracasa en un porcentaje muy alto de las ocasiones; y fracasa más cuanto más grande y único es su original.

Es de agradecer, no obstante, que el buen cineasta brasileño lo haya intentado con tanta dignidad y con indudable acierto en algunas ocasiones: esa atmósfera lechosa que nos impide ver lo que tenemos delante de nuestros ojos, ese paisaje apocalíptico y la condición animal que busca la supervivencia y se desata en cuanto perdemos las referencias generales y el orden impuesto.
No ha conseguido atrapar el suspense que culebrea entre las letras del libro, ni por supuesto las reflexiones a las que te obliga su lectura.

Importante la solidez de Julianne Moore que, tal vez en exceso, carga con la inhumana tarea de lazarillo de todos los "neo-ciegos" y con el sesenta por ciento de la parte interpretativa.