Érase una vez dos genios que unieron sus fuerzas para hacer un western de leyenda. La leyenda dice que no hay mejor western con una música tan rítmica y memorable, ni siquiera El bueno, el feo y el malo o Hasta que llegó su hora aunque me pareciera en sus tiempos. La muerte tenía un precio demuestra que el ritmo narrativo y la construcción de los personajes al son de la música es una danza de bailarines de un ser superior. La muerte tenía un precio demostró que la suciedad, los andrajos y los malolientes personajes no son sino que la inteligencia admirable de su irrepetible realizador. Vivan los andrajos y malolientes personajes sacados de las inmundas cloacas de la sociedad al son del que mejor los mimó.