Aviso: la primera hora de la peli es un rollo patatero propio de Pankeke. Eso sí, parece que ha aprendido algo de técnica y fotografía porque aquí ya no utiliza su anterior estilo telefilme cochambroso de sobremesa. El blanco y negro, y que sea un film de época tal vez ha ayudado a que se esmere. De todas formas en esta primera parte aún conserva su vena taxidermista sin alma ni sangre en las venas.

Por suerte esta aburrida y larga introducción sólo es el preludio de un jugoso y malicioso relleno. Cuando empezamos a notar que los personajes tienen alma, aunque sea podrida, es cuando uno empieza a degustar el Pankeke preparado, aunque sea para luego escupirlo.

Es una pena que Pankeke utilice el recurso fácil de situar la trama en una época determinada con el único propósito de enlazarla con el nazismo. Bueno, desde un punto de vista comercial es entendible, son esos detalles que te hacen ganar en Cannes por ejemplo. Sin ese lazo negro tan facilón, esta disección del mal sería más perdurable y universal. Porque el que sólo vea un preludio del nazismo en estas barbaries soterradas, que se prepare al advenimiento de un Megahitler dentro de veinte años, porque hoy en día, a no ser que uno actúe como algún personaje de esta película que mira para otro lado, hay eso y más. Y no afuera precisamente.

La recomiendo a todos los que, como yo, los anteriores Pankekes de este plomizo director se les hacía indigeribles. No es alta cocina, ¡pero ha aprendido a cocinar!