Sencilla pero interesantísima comedia romántica de los 80 con unos diálogos divertidos y mucho más inteligentes de lo que nos tiene acostumbrados el género, salvando por supuesto los trabajos de Woody Allen, y con una elección magnífica en el plantel de actores, principalmente su pareja protagonista. Estos elementos consiguen que una historia no muy original resulte sumamente entretenida y provoque más de una sonrisa. Además no cae en el excesivo pasteleo al que nos tienen acostumbrados este tipo de filmes, como ocurre con la mayoría de aquellos que inundaron los años 90, género en alza probablemente al éxito de esta.

Es la primera y desde luego la mejor comedia romántica con Meg Ryan como protagonista, que después repetiría papel en unas cuantas más con mucha menor suerte.