Tras la excelente "Chicago", Rob Marshall nos vuelve a dar cine del bueno, esta vez con una película más pausada aunque con nuevas ambiciónes de Oscar, quizá demasiadas.Aunque desafortunadamente no llega a la perfeccion de su antecesora que se alzó con la mayoría de estatuillas en el 2003

Visualmente la película no tiene ningún pero, destaca la belleza en casi todas las escenas (destacando la transformación de la protagonista en geisha y su posterior actuación en el teatro) con una ambientación perfecta que nos sumerge de lleno en Japón, su cultura y sobre todo el mundo de las geishas. Los apartados de vestuario y forografía, excelentes.

Y es que la historia lo merece, pero quizá lo que no merece tanto es su excesiva duración, ya que la película está claramente descompensada, y mientras que la primera parte se sigue con mucho interés, hacia la segunda mitad se puede llegar a hacer algo pesada, el desarrollo de los hechos es lento y a veces se centra demasiado en algunos detalles, descuidando la trama romántica, lo que resta profundidad a la película.

La banda sonora es espectacular, John Williams vuelve a deleitarnos con una música perfectamente adecuada a la historia, que parece compuesta para la protagonista de la cinta y que fue merecidísimamente premiada con el Globo de Oro.

Resumiendo, la película deja un buen sabor de boca, porque nos cuenta una buena historia, con unos buenos personajes, buena realización y excelente calidad, pero para mí gusto la debían de haber recortado un poco, para no llegar a cansar. No obstante, el final cierra magistralmente el film y se sale con un buen recuerdo de la obra.

Lo mejor: La belleza del conjunto.
Lo peor: Al ser tan larga, algunas escenas llegan a cansar.