Antes de nada: no es la película de mi vida pero tampoco es tan pésima como para que se convierta en un saco de boxeo. Y es que prácticamente eso está sucediendo. Apenas 24 horas tras su estreno Morbius había recibido tantas críticas negativas que todas ellas invitaban a no ir a verla al cine.

La película nos muestra la historia de Michael Morbius (Jared Leto) y su amigo Milo (Matt Smith) que sufren una enfermedad en la sangre y deben someterse a diversos tratamientos para poder vivir. Michael termina convirtiéndose en un reputado doctor e investiga, con los fondos que le proporciona MIlo, posibles curas del trastorno que ambos padecen. Durante una de esas pruebas Morbius se inyecta un suero en el que ha estado trabajando mezclando la genética de los seres humanos y murciélagos y se transforma en una especie de vampiro que necesita beber sangre cada cierto tiempo para no descontrolarse. Poco más se puede decir sin desvelar ningún spoiler.

La trama es bastante sencilla y predecible, sin entrañar ninguna dificultad para seguirla. Pero eso tampoco está mal en ocasiones. Creo que es más o menos lo que esperábamos ver. Aunque es cierto que en algunos momentos tenemos la sensación de que faltan algunas escenas, como si se hubiese recortado demasiado la película, quizás como resultado de los retrasos a los que se ha visto sometida.

Jared Leto hace un buen trabajo y aporta personalidad a su personaje. La película perdería mucho sin él. Matt Smith está correcto en su papel. Los efectos especiales y transformaciones están bien llevados a término.

¿Es una mala película? No. Desde luego no es un gran filme (tampoco es que ambicionase serlo) y no nos va aportar nada novedoso pero es que a estas alturas podemos decir que está casi todo inventado, trillado y visto en lo relativo al vampirismo.

Es una película que se deja ver y que no pretende otra cosa más que entretener y hacernos pasar un buen rato. Y lo consigue. Merece la pena verla en el cine por los efectos especiales.

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