Del sugerente "Warm Bodies" original, el avispado distribuidor español se sacó el zopenco "Memorias de un zombie adolescente". Un título tan pérfido no ayuda en nada a afrontar el visionado de la película con un mínimo de indulgencia. Y falta que le haría, pues se trata de un bodrio de proporciones cósmicas.
Partiendo de la base de que el de zombies es ya un cine de corte paródico- bien alegoría jocosa del alienado hombre moderno; bien advertencia un tanto desopilante acerca de ciertos riesgos inherentes a la globalización, como pueda ser la pandemia apocalíptica (la Gripe A de hace unos años, o, más recientemente, el Ébola)-, tratar de caricaturizarlo resulta tautológico y, por tanto, absurdo. El absurdo es aceptable si se acompaña de talento- prueba de ello son las divertidísimas "Shaun of the Dead" (Zombies party, 2004) y "Zombieland" (Bienvenidos a Zombieland, 2009)-, de lo contrario resulta infumable, como sucede en el caso que nos ocupa.
"Warm Bodies" es una tentativa de ·"aggiornamento" del género por la cómoda vía de la mixtificación. El resultado es, a todas luces, despreciable. Porque se trata de un género de rabiosa actualidad, con que no hay necesidad alguna de actualizarlo, y mucho menos adulterándolo con toda esa imaginería "teen", entre "camp" y repugnante, que nos deparase la bochornosa trilogía "Crepúsculo". Que los zombies "se curen" gracias al amor constituye, además, un mensaje tan retrógrado que sólo falta un cura para levantar acta notarial del milagro. Y hablando de lo cual, milagroso es siquiera sonreírse con alguno de los pretendidos chistes que han conducido a más de un crítico a sueldo a elogiar el "asombroso" y "sarcástico" sentido del humor de este aborto sideral.
No sé, debía de tener un mal día. El crítico en cuestión, digo.