Tragicomedia cruel, negra como la pez, que plasma la noción terrible que algunos de nuestros próceres regionales parecen albergar acerca del cumplimiento de la Ley de Dependencia.
Robert Aldrich concibe un terror cotidiano, doméstico, casi en pantuflas, cuya efectividad supera largamente la de mucosas cósmicas y subnormales paranormales. Subraya lo angustioso de la situación descrita plagando sus imágenes de contrapicados, zooms, y claroscuros abruptamente contrastados, rayanos en el tenebrismo expresionista. E inaugura cierto subgénero conocido como "Psycho-biddy", caracterizado por el protagonismo de ancianas fuera de sus casillas con más peligro que Norman Bates y Hannibal Lecter deambulando de la mano por los pasillos de un desierto hotel de alta montaña.
"¿Qué fue de Baby Jane?" puede entenderse también como el reverso bizarro de "El crepúsculo de los dioses", a la cual evidencia parodiar en más de un tramo, especialmente en la sórdida relación que se establece entre el orondo debutante Victor Buono y la decrépita estrella infantil interpretada por Bette Davis.
En cuanto a las divas protagonistas, acerca de cuya tempestuosa relación han corrido, y lo seguirán haciendo, caudalosos ríos de tinta, la doliente Joan Crawford queda eclipsada por la grotesca Bette Davis. Y es que, en el rol que la resucitó para la gran pantalla, cada una de sus entradas en escena, balanceándose borracha como un tentetieso pintarrajeado, resulta todavía más escalofriante que la anterior.