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Feisal rating:
10
8.0
48,145
Adventure. Drama. War
While working on the staff of the British Intelligence in Cairo in 1916, Lawrence (Peter O'Toole) is sent to a mission to establish contact with Prince Feisal (Alec Guinness), leader of the Arab revolt and ally of the British against the German-sponsored Turks in WWI. Impressed by Lawrence's knowledge of their culture, the prince allows the young officer to join his staff, and Lawrence quickly earns the respect from the Arabs after he ... [+]
Language of the review:
- es
December 15, 2009
36 of 42 users found this review helpful
Uno nunca sabe qué película es la que le va a marcar, de la misma forma que nunca se sabe qué libro, qué melodía o qué persona perdurará en nuestra memoria para siempre. Yo nunca imaginaría que la película sobre el famoso Thomas Edward Lawrence, más conocido por Lawrence de Arabia, el coronel inglés del Departamento Árabe que, en plena Primera Guerra Mundial, contactó con los árabes y sus líderes, convenciéndolos de aunar fuerzas para combatir a los turcos, aliados de los alemanes (y sí, a mayor gloria del Imperio Británico); me marcaría de la forma que lo hizo, hasta el punto de considerar que, ya para el resto de mi vida, este filme estaría en un lugar especial, más allá del bien y del mal.
Porque esta película sobrepasa cualquier consideración que se le haga únicamente como "película de aventuras". No, es un error que siempre ha estado ahí. ¿"2001" es solo una "película de ciencia-ficción"?. ¿"El Padrino II" es solo una película de gángsters?. "Lawrence" no es, ni mucho menos, una más de tantas películas de aventuras. "Lawrence de Arabia" es el más brillante ejercicio de análisis del alma de un hombre, cristalizado en el paisaje y el ambiente que le rodea, que yo haya experimentado jamás. Quizá el verdadero T.E. Lawrence no fuera exactamente así. O no. Sospecho que las ardientes arenas del desierto deben de provocar algo más que fascinación cuando no has crecido entre ellas y te empeñas en amarlas y fundirte con ellas. En convertirte en beduino, como intentó Lawrence-O'Toole. David Lean nos advierte del precio que ello conlleva, entre otras muchas cosas. El director se atreve, como nunca antes se había hecho, a dotar de relecturas psicológicas y reflexiones acerca de las transformaciones de personas corrientes en héroes y mitos; y todo ello desde el marco de la más ambiciosa y colosal producción hollywoodiense. Y, amigos, eso es lo más impresionante de Lean, algo que ya nunca volvió a conseguir después ("Doctor Zhivago", obra maestra también, fue masacrada por la crítica de la época, más pendiente por aquel entonces de Godard y sus muchachos).
Algunos habéis mencionado, con razón, cierta debilidad (interesada o no) en la parte política del asunto, así como del retrato que de los árabes hace el filme. No os negaré parte de razón. Pero los derroteros, las intenciones del tándem Bolt-Lean no son las de hacer un retrato político de la Arabia de principios de siglo XX. Si me apuráis, solamente hay dos protagonistas en la película: Lawrence y el desierto. Es lo que a Lean le interesa, cómo el desierto es fiel reflejo, durante las 3 horas y media inolvidables que dura la película, del alma del protagonista: luminosa y romántica al principio del viaje, sucia y casi grotesca hacia el final. La interpretación de Peter O'Toole hace más fácil esta comprensión, el viaje del protagonista desde lo más alto a lo más bajo del espíritu humano.
(Sigo en en el spoiler)
Porque esta película sobrepasa cualquier consideración que se le haga únicamente como "película de aventuras". No, es un error que siempre ha estado ahí. ¿"2001" es solo una "película de ciencia-ficción"?. ¿"El Padrino II" es solo una película de gángsters?. "Lawrence" no es, ni mucho menos, una más de tantas películas de aventuras. "Lawrence de Arabia" es el más brillante ejercicio de análisis del alma de un hombre, cristalizado en el paisaje y el ambiente que le rodea, que yo haya experimentado jamás. Quizá el verdadero T.E. Lawrence no fuera exactamente así. O no. Sospecho que las ardientes arenas del desierto deben de provocar algo más que fascinación cuando no has crecido entre ellas y te empeñas en amarlas y fundirte con ellas. En convertirte en beduino, como intentó Lawrence-O'Toole. David Lean nos advierte del precio que ello conlleva, entre otras muchas cosas. El director se atreve, como nunca antes se había hecho, a dotar de relecturas psicológicas y reflexiones acerca de las transformaciones de personas corrientes en héroes y mitos; y todo ello desde el marco de la más ambiciosa y colosal producción hollywoodiense. Y, amigos, eso es lo más impresionante de Lean, algo que ya nunca volvió a conseguir después ("Doctor Zhivago", obra maestra también, fue masacrada por la crítica de la época, más pendiente por aquel entonces de Godard y sus muchachos).
Algunos habéis mencionado, con razón, cierta debilidad (interesada o no) en la parte política del asunto, así como del retrato que de los árabes hace el filme. No os negaré parte de razón. Pero los derroteros, las intenciones del tándem Bolt-Lean no son las de hacer un retrato político de la Arabia de principios de siglo XX. Si me apuráis, solamente hay dos protagonistas en la película: Lawrence y el desierto. Es lo que a Lean le interesa, cómo el desierto es fiel reflejo, durante las 3 horas y media inolvidables que dura la película, del alma del protagonista: luminosa y romántica al principio del viaje, sucia y casi grotesca hacia el final. La interpretación de Peter O'Toole hace más fácil esta comprensión, el viaje del protagonista desde lo más alto a lo más bajo del espíritu humano.
(Sigo en en el spoiler)
SPOILER ALERT: The rest of this review may contain important storyline details.
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Spoiler:
Y a propósito de lo de los árabes: no he encontrado mejor retrato sutil del carácter árabe que en el desdoblamiento de dos personajes claves en el filme. Feisal (el inteligente, astuto y cultivado príncipe) y Auda (volcánico, apegado a la tierra y a su tribu), dos caras de la misma moneda (encarnadas en dos actores en estado de gracia permanente, Alec Guinness y Anthony Quinn). Y entre ellos, Alí, un personaje que es Arabia personificada, con un pie en la modernidad y en el futuro, y otro en el apegamiento a su tierra y a sus tradiciones. Otra faceta más de la película.
Me dejo la parte política, que aunque certeramente planteada (mucho anglocentrismo de Lean, pero su crítica a las potencias extranjeras que se repartieron el pastel de Arabia en el tratado Sykes-Picot queda ahí), quizá es la menos desarrollada del filme. Repito que es lo de menos. El protagonismo de esta obra de arte en movimiento pertenece al desierto y a su protagonista. Hablar de la fotografía de Freddie Young y de la música de Maurice Jarre supondría escribir una tesis completa de cada una, así que limitaré a apuntar brevemente que, 47 años de efectos especiales y tecnología después, no han logrado nunca igualar la maestría de Young y Jarre. Ni se conseguirá jamás, como no se ha hecho nada parecido a las esculturas de Miguel Ángel o los lienzos de Velázquez. David Lean no tendrá ochenta libros dedicados a su vida y obra como Wilder, Almodóvar o Woody Allen, pero siempre tendrá la humilde convicción de este humilde cinéfilo en que, con "Lawrence de Arabia", el cine alcanzó la mayor altura de su historia.
Me dejo la parte política, que aunque certeramente planteada (mucho anglocentrismo de Lean, pero su crítica a las potencias extranjeras que se repartieron el pastel de Arabia en el tratado Sykes-Picot queda ahí), quizá es la menos desarrollada del filme. Repito que es lo de menos. El protagonismo de esta obra de arte en movimiento pertenece al desierto y a su protagonista. Hablar de la fotografía de Freddie Young y de la música de Maurice Jarre supondría escribir una tesis completa de cada una, así que limitaré a apuntar brevemente que, 47 años de efectos especiales y tecnología después, no han logrado nunca igualar la maestría de Young y Jarre. Ni se conseguirá jamás, como no se ha hecho nada parecido a las esculturas de Miguel Ángel o los lienzos de Velázquez. David Lean no tendrá ochenta libros dedicados a su vida y obra como Wilder, Almodóvar o Woody Allen, pero siempre tendrá la humilde convicción de este humilde cinéfilo en que, con "Lawrence de Arabia", el cine alcanzó la mayor altura de su historia.