Una de las propuestas más interesantes de la televisión en los últimos años fue está serie realizada por la HBO lo cual, en la mayoría de los casos, es sinónimo de calidad y éxito. Fue mutilada brutalmente en su segunda temporada por falta de presupuesto (tal y como pasó también con “Roma” o “Deadwood”).

Aún terminando la historia en dos temporadas tuvo un cierre bastante digno y correcto (mucho mejor que otras con seis o siete temporadas). El que deje algunos aspectos abiertos no es tan importante porque es el renacer y la vuelta al inicio ¿no es eso la vida?

La escenografía dónde se desarrolla: la America de la Gran Depresión dónde la gente sobrevivía como le era permitido no podía ser mejor planteamiento para mostradnos a través de una feria ambulante (el Carnivale del título) y una Iglesia que se forma una lucha de poderes en una historia que pivota entre dos personajes que son el bien y el mal. Por ello, estos dos personajes (un reverendo y un feriante) conducen todas sus acciones a encontrarse en un duelo final. Son como el Jin y el Jan, el alfa y omega, etc., ambos necesitan existir para poder ser el opuesto del otro. Alrededor de ellos encontramos a varios personajes: más extremos en el caso del Carnivale y más sencillos (en apariencia) en el caso del Reverendo.

Todo lo anterior se adereza con un toque a David Lynch, a las novelas fantásticas o a “Freaks” entre otras referencias.

Es hipnótica, atrayente, no decae y por ello nos da más pena que no la permitieran desarrollarse en todo su esplendor. Una temporada más hubiera sido bueno aunque no imprescindible.

Es un gusto para el paladar visual disfrutar de un delicatessen tan extraño en nuestra pequeña pantalla.