Robin Hood empieza para mi gusto algo floja para pasar a la acción de golpe. Pero esa sensación desaparece a los pocos minutos al ver como paulatinamente va convirtiéndose en una película de una calidad notable que predominará hasta el final.

Porque ver algo creado por Ridley Scott es siempre garantía de que lo que veremos será algo entretenido, original y que por regla general suele gustar. Y prueba de ello es que lo avalan películas como Blade Runner (1982), Alien, el octavo pasajero (1979) o Gladiator (2000).

Haciendo mención a esta última, es curiosa la absurda similitud que encuentran entre el personaje de Gladiator y el de Robin Hood que a parte de estar dirigido por el mismo director y tener el mismo “look”, yo lo siento pero no veo ninguna semejanza.

Russell Crowe interpreta a un notable Robin Longstride del cual veremos sus orígenes y de cómo llega a convertirse en el “príncipe de los ladrones”. Por lo tanto, no veremos la típica historia de cómo se roba a los ricos, sino la de un hombre que intentará salvar a Inglaterra de una Guerra Civil. Acompañado por sus amigos que tampoco son unos desconocidos en el mundo del cine, ya que Scott Grimes no resultará un desconocido para quien haya visto la miniserie Hermanos de Sangre, al igual que la cara de Kevin Durand, quien ha salido en varias películas como Legión (2010) o X-MEN Orígenes: Lobezno (2009).

Al que parece que le va como anillo al dedo el papel de villano es a Mark Strong, a quien ya realizó el mismo rol en Sherlock Holmes (2009) y que ahora en esta entrega de Ridley Scott vuelve a lucirse. No me olvido tampoco de las interpretaciones de Max von Sydow y William Hurt, ambos realizan una digna actuación.

También hago mención a la música creada por Marc Streitenfeld que logra potenciar aún más la sensación de salvajismo del siglo XIII. Toda una gozada y muy recomendable escucharla una vez finalizado el film.