Delicia para los sentidos. Eso es este film de la aragonesa Paula Ortiz. Tuvo reconocimiento internacional pero se merecía un premio para respaldar este trabajo bien hecho.

Escenas de una belleza sublime:
Paisajes arenosos, ocres, te llevan a otros mundos.
Bosques alegres donde casi sientes el frescor de la vegetación y del río en los juncos.
Casas desvencijadas, roídas por el tiempo y llenas de recuerdos y de ganas de volar de ese nido.
Un taller de soplado de vidrio lleno de colores, de texturas, de magia.
Un terreno desierto, yermo, asfixiante, un sol de justicia que lo mata todo e hizo que las familias en el pasado se matasen bajo él.
El caballo omnipresente, signo del vigor sexual, de la pasión, de la fuerza fecundadora.

Inma Cuesta está perfecta. Su pasión, su dolor, su pena, su alegría las hace también tuyas. Asier está muy creíble y consigue convencer de su amor, de su ternura y de su desesperación. Luisa Gavasa es otra actriz de raza; el dolor, el amor por su hijo, la ira, la nostalgia de su familia ya asesinada, la esperanza de una vida nueva todo lo comunica con su voz y su mirada.

Los textos inspirados en y de Lorca son una maravilla, Paula Ortiz hace que tengan mucho protagonismo. Cuando los textos son más bellos, callan las imágenes. Deja de abrumarnos y nos pone una pared, o incluso una ventana vacía porque es el marco donde van las palabras de Lorca. Cuando calle el poeta, ya hablarán las imágenes.

El desarrollo en pausado pero no lento, se paladean las imágenes de este prodigio visual. Los sonidos del caballo, del cante de las hermanas, los gritos de desesperación, la pasión, las voces del padre y de la madre, el silencio de la tierra infecunda.

La versión en flamenquito del "Take this waltz" de Cohen, es una delicia.

Una obra de arte.