Las pelis de terror con casa embrujada son como poner a calentar una salchicha: ya no hay secretos en su receta. Bava lo sabe y elige la locura como punto de inflexión para una historia que intercala miradas subjetivas con narrador omniciente. Al principio no está tan claro pero el devenir del argumento y sus giros manidos te preparan para recibir algo ya conocido, solo que dentro de un envase meritoriamente particular.

Las apariciones fantasmales tienen el típico sello de su época, y por momentos generan una peligrosa jocosidad no buscada. Gracias a un correcto manejo del climax ese golpe de humor imprevisto, para los ojos de un espectador moderno, van derivando en una progresiva sugestión y...ahí sí, los engranajes típicos que te hacen poner los pelos de punta empiezan a funcionar. La música chirría con el tono de la obra, parecen fragmentos de una ópera bufa pero deben comprenderse de acuerdo al contexto temporal: Italia se llenó el estómago de tanto spaguetti genérico, no sólo en el western, y Shock podría ubicarse tranquilamente dentro del género de terror que ya está de vuelta con respecto a sus propios vicios. Shock bebe de los clásicos y está curtido en borracheras "miedosas": el resultado es una peli lúcida, lograda y gastada de antemano por saberse "cola" en lo que respecta a ideas novedosas. La actuación protagónica sobrecargada es otro ejemplo de eso: Daria Nicolodi encarna a un personaje que peina canas en la historia del cine de terror y sus exageraciones no representan tanto un defecto sino más bien el resultado inevitable trás décadas y décadas de actuaciones similares. Ya no encarna un error, ahora encarna un sello de fábrica.

Shock va de menos a más, encuentra la armonía construyendo un miedo arcaico, a estas alturas ya imposible de reinventar.