Zelig pertenece a la etapa más gloriosa de Allen. Imposible no salir sino encantado, por lo menos con la mirada perdida ante este falso documental que puede confundir a más de uno: en todo caso pregúntele a una ex novia mía que me dijo "uy no, no tolero los documentales". Una vez que la peli terminó y ella despertó de su sueño cuasi obligado sentí lástima: ¡lo que se perdió!

Zelig es...un hombre. De eso no hay dudas. No es un hombre normal, no puede ser encasillado bajo un prototipo, y la peli desborda en prototipos. A lo sumo podrá decirse que estamos ante un sujeto extraño y con una vida extraña, tan extraña que este falso documental en su honor lo corrobora. Zelig es el personaje de una época de varios rostros, ninguno definido; es la faceta más oscura de las modas y las convenciones, es la ideología política más funcional a un período, es la mano de obra, es la sartén por el mango. Es un camaleón sin identidad propia en un mundo plagado de caretas vacías: con su sensibilidad, Zelig es, somos, todos, o no es nada y ese es su mayor temor.
A cada escena, en cada intento por pertenecer a ese medio tan evasivo para con su ser más auténtico, Zelig/Allen, ese eterno personaje quebradizo y esquizoide construye una nueva realidad que transforma y es transformada por su contexto.
¿Cómo no ver en él algo de lo que a todos nos concierne? Si él tan solo busca un equilibrio, equilibrio que si alguna vez llega a encontrar será seguramente hurgando en lo más profundo de sí mismo, extraerá el producto y lo devolverá a esta sociedad de tiempos estrechos.