Tras tres minutos de promoción y turismo de la ciudad empieza la película y es que el que paga para que el nombre de su ciudad aparezca en el título, exige.
W. Allen se mueve armoniosamente en estas comedias con fondo dramático en las que interactuan varias parejas.
En "Medianoche en París" encontramos lo que este director mejor sabe hacer: mostrarnos una ciudad con toda su luminosidad en las calles, tomas callejeras que son un puro homenaje a la ciudad, diálogos chispeantes y descripción de personajes efectiva con tan solo pronunciar una frase reflejo muy logrado de esas parejas de clase acomodada algo paletas que se dan un atracón cultural cuando viajan a la Europa más tópica y si no que se lo pregunten a Hemingway que se llevó de España los toros, los San Fermines y el flamenco gitano.
Peca Allen de reiterativo en esos saltos en el tiempo que parecen obligados para presentarnos artistas más que como una inclinación natural del argumento.
Aun con un exceso de minutaje se deja ver con una especie de pereza nostálgica por otros tiempos que nos ciegan el presente, quizá histórico, que vivimos.