Una vez más una buena historia, contada por un buen cineasta, pierde su grandeza cinematográfica al rendir servil pleitesía a las ideas de unos que consideran malos a todos los que, o bien no piensan como ellos o bien no piensan lo que ellos quieren.
Esto no es cine, no debería serlo...
Es como cuando el ministerio de propaganda nazi, comandado por Joseph Goebbels, hacía sus panfletos disfrazados de películas antes y durante la segunda guerra mundial. Sencillamente repugnante.
Si despojamos a la historia de esas connotaciones estamos ante una buena película.
Poco más hay que decir. Si uno puede sustraerse al adoctrinamiento que se pretende, se puede hasta disfrutar.