La guerra colonial en Filipinas no fue la de Vietnam. Sin embargo, hay gran cantidad de crueles escenas en la película que recuerdan a la obra maestra de Coppola. Humillación y matanza de nativos, mutilaciones, ejecuciones, un fraile y un soldado fumando opio, mandos militares que pierden el norte, todo al servicio del impacto visual a efectos comerciales. Hasta aparece una indígena, con un pecho descubierto, cantando fragmentos de la inolvidable canción de la primera versión. El ejército rebelde no aparenta tan malo. Los malos son los americanos. Los españoles, unos infelices esclavos de su deber (o de su obligación impuesta). No cuela. El film se salva por la buena realización, la fotografía, la dinámica y los actores, a pesar de algunas escenas demasiado largas. Por desgracia, el lema de una buena parte del cine, supuestamente histórico, debe de ser el mismo que el de la prensa amarilla. "No dejes que la verdad te estropee una buena historia". Mejor nos quedamos con el capitán Alatriste.