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Danytarkus rating:
1
5.6
252
TV Series. Drama
TV Miniseries (2017). 8 Episodes. In May 1940, on the outskirts of Mexico City, a detachment of Mexican Communists dressed as policemen attack the house of the former leader of the Russian revolution, Leon Trotsky. By an incredible coincidence, Trotsky and his wife survive. Having lost during the eleven years of expulsion almost all close ones and relatives, Trotsky understands: his eternal enemy, Stalin, will continue to pursue him ... [+]
Language of the review:
- es
January 22, 2019
12 of 25 users found this review helpful
Netflix ,acaba de incorporar a su grilla la miniserie rusa Trotsky, estrenada en ese país en el centenario de la Revolución de Octubre (noviembre de 2017).
La producción, una remake estalinista de los acontecimientos históricos y de la persona de León Trotsky, busca descalificar desde el comienzo no solo a uno de los protagonistas de la historia sino a todo el proceso revolucionario que culminó en el primer gobierno obrero desde la Comuna de París.
La producción, una remake estalinista de los acontecimientos históricos y de la persona de León Trotsky, busca descalificar desde el comienzo no solo a uno de los protagonistas de la historia sino a todo el proceso revolucionario que culminó en el primer gobierno obrero desde la Comuna de París.
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Spoiler:
Producida a instancias del gobierno ruso de Vladimir Putin, no es de extrañar que la serie presente a Trotsky como una figura despiadada y manipuladora, ajena a cualquier convicción genuina. Ya en los años ’30, el dirigente revolucionario advirtió que, de imponerse el dominio de la burocracia estalinista, esta llevaría a la Unión Soviética a la restauración del capitalismo y a un retroceso histórico sin precedentes –proceso que hoy representa la camarilla de Putin, reconversión de aquella burocracia.
La dinámica de la serie consiste en una combinación entre entrevistas inexistentes de Trotsky con el periodista Frank Jackson, que derivan en permanentes flashbacks a distintos sucesos que van desde el presidio del joven Lev Davídovich Bronstein (Trotsky) hasta su exilio de la URSS. Jackson es en verdad la identidad falsa de Ramón Mercader, quien asesinó a Trotsky por órdenes de Stalin: en la serie, Mercader es presentado como un militante comunista íntegro que debe enfrentarse a un hombre perturbado y malicioso.
Trotsky y Stalin
El personaje ficcionado de Trotsky, bien atendido, parece ser en verdad una proyección del Stalin histórico, que el propio Trotsky ya había caracterizado como una figura mediocre políticamente, pero cuya astucia, voluntad y perfidia entroncaba con los intereses contrarrevolucionarios, haciéndolo ideal para “seleccionar a hombres para puestos privilegiados, unirlos en el espíritu de casta, debilitar y disciplinar a las masas” y convirtiéndolo “por derecho propio en caudillo de la reacción burocrática”.
Así, Trotsky aparece como un ser ambicioso cuya carrera política es impulsada al servicio del gobierno alemán por Alexander Parvus –más parecido al promotor de una estrella de rock que al teórico marxista que contribuyó a la elaboración de la Teoría de la Revolución Permanente. Un arribista que puja por el poder y aspira a convertirse en líder incuestionable de la revolución, debiendo superar el escollo que representa su condición de judío. Se lo retrata con una personalidad fría capaz de cometer atrocidades e infligiendo el miedo contra la población, justificando sus actos en un ideal revolucionario; un megalómano que por momentos se iguala a una deidad y que hasta se identifica con el propio Stalin.
Escenas como el inverosímil encuentro con Sigmund Freud no tienen desperdicio. El régimen de Putin ha tenido que valerse de la autoridad de una eminencia de la psicología para diagnosticar a Trotsky como un sociópata o un fanático religioso. Más tarde se vale del mismo método para sentenciar la muerte en vida del protagonista, un ser que culminaría sus días como un despojo humano cargado de resentimientos y autoconsuelo.
El recurso de achacarle a Trotsky el asesinato del Zar y su familia y la instauración de la pena de muerte para depurar elementos del partido se presenta como una clara manipulación para ocultar los juicios de Moscú y las conocidas purgas estalinistas. La insinuación de que Trotsky habría inducido la muerte de su allegado, el marinero Nikolai Markin, por considerar que este exponía sus debilidades, además de ser una fábula total remite inmediatamente al Stalin que ejecutó a toda la plana de la dirección bolchevique que condujo a los obreros al poder, permitiéndole asentar su poder y reescribir la historia.
La dinámica de la serie consiste en una combinación entre entrevistas inexistentes de Trotsky con el periodista Frank Jackson, que derivan en permanentes flashbacks a distintos sucesos que van desde el presidio del joven Lev Davídovich Bronstein (Trotsky) hasta su exilio de la URSS. Jackson es en verdad la identidad falsa de Ramón Mercader, quien asesinó a Trotsky por órdenes de Stalin: en la serie, Mercader es presentado como un militante comunista íntegro que debe enfrentarse a un hombre perturbado y malicioso.
Trotsky y Stalin
El personaje ficcionado de Trotsky, bien atendido, parece ser en verdad una proyección del Stalin histórico, que el propio Trotsky ya había caracterizado como una figura mediocre políticamente, pero cuya astucia, voluntad y perfidia entroncaba con los intereses contrarrevolucionarios, haciéndolo ideal para “seleccionar a hombres para puestos privilegiados, unirlos en el espíritu de casta, debilitar y disciplinar a las masas” y convirtiéndolo “por derecho propio en caudillo de la reacción burocrática”.
Así, Trotsky aparece como un ser ambicioso cuya carrera política es impulsada al servicio del gobierno alemán por Alexander Parvus –más parecido al promotor de una estrella de rock que al teórico marxista que contribuyó a la elaboración de la Teoría de la Revolución Permanente. Un arribista que puja por el poder y aspira a convertirse en líder incuestionable de la revolución, debiendo superar el escollo que representa su condición de judío. Se lo retrata con una personalidad fría capaz de cometer atrocidades e infligiendo el miedo contra la población, justificando sus actos en un ideal revolucionario; un megalómano que por momentos se iguala a una deidad y que hasta se identifica con el propio Stalin.
Escenas como el inverosímil encuentro con Sigmund Freud no tienen desperdicio. El régimen de Putin ha tenido que valerse de la autoridad de una eminencia de la psicología para diagnosticar a Trotsky como un sociópata o un fanático religioso. Más tarde se vale del mismo método para sentenciar la muerte en vida del protagonista, un ser que culminaría sus días como un despojo humano cargado de resentimientos y autoconsuelo.
El recurso de achacarle a Trotsky el asesinato del Zar y su familia y la instauración de la pena de muerte para depurar elementos del partido se presenta como una clara manipulación para ocultar los juicios de Moscú y las conocidas purgas estalinistas. La insinuación de que Trotsky habría inducido la muerte de su allegado, el marinero Nikolai Markin, por considerar que este exponía sus debilidades, además de ser una fábula total remite inmediatamente al Stalin que ejecutó a toda la plana de la dirección bolchevique que condujo a los obreros al poder, permitiéndole asentar su poder y reescribir la historia.