Por delante de todo hay que decir que “Canta” no es una película redonda (en tanto en cuanto funciona de forma automática y carece de ambición). Se trata de una historia (o varias) sobre superación anclado en lo más básico de la narrativa (presentación, desarrollo, anticlímax y clímax). ¿Y qué es lo que engancha de las películas de animación? Los personajes, claro. Pero incluso en esto, “Canta” nos presenta unos personajes que, sin estar perfectamente construidos ni desarrollados, cumplen su cometido dentro de una película coral. ¿Pero tiene algún punto positivo? ¡Por supuesto! Vayamos a por ellos: por primera vez, una película de animación se presenta desenfadadamente idiota y asume su condición de vehículo musical (un paso por delante incluso de “Happy Feet”) y pone toda su energía en un clímax de lo más conseguido donde el espectador (tanto adulto como infantil) disfruta realmente de este “talent show” donde los números musicales están rodados con brío y luminosidad. Es decir: es entretenida a rabiar. Otro punto fuerte es la dosificación constante del humor, casi siempre conseguido, que salva los platos de un pobre guion lleno de buenos (aunque tópicos) momentos. Es de esas películas que definen perfectamente lo que es el placer culpable: sabemos que no estamos ante la película de animación de la década, pero, maldita sea, que entretenida que es. Y eso es lo que, al final, queda en la retina (y los oídos) del espectador, el que “Canta” es un previsible y olvidable, aunque magnifico entretenimiento para todos los públicos. ¿Qué importa que funcione con el piloto automático puesto? Importa poco, precisamente porque funciona. Y funciona de maravilla.