Japón feudal, siglo XIV, mientras Kioto está envuelto en una guerra interna, una madre (Nobuko Otowa) y su nuera (Jitsuko Yoshimura) esperan por el regreso del hijo/esposo que se encuentra batallando en el conflicto.

Ellas viven en el campo en una situación sumamente precaria, como no tienen de que vivir cuando logran observar a algún soldado desertor o perdido, lo asesinan para vender sus armaduras y demás pertenencias para intentar con eso subsistir.

La vida de ambas se mueve entonces en torno al esperado regreso de la figura masculina que les pueda dar una vida menos complicada. Sin embargo, el giro argumental se da cuando aparece Hachi (Kei Satô), un vecino que se había ido a la guerra en el mismo momento en que se fue el hijo/esposo.

En una obra de este tipo es bastante importante aclarar, que ciertamente puede que no sea un film que cause miedo (por diversos motivos), sin embargo, no por esto se debe tachar como malo, debido a que no se le pueden negar aspectos muy llamativos y muy propios del terror japonés de la época.

Así Shindô va construyendo su historia, logrando transmitir cierto halo de misterio con una narrativa bastante acertada, y una puesta en escena por momentos bastante tenebrosa, las casuchas de los protagonistas, el río lodoso, el monte del tamaño de los protagonistas, el juego de luces y sombras, entre otros aspectos.

Onibaba es un film sumamente agresivo en su contenido, cuestión que nos damos cuenta desde un inicio y que se intensifica con el avanzar del metraje, una película que cuenta con personajes con aviesas intenciones (excelentes y naturales interpretaciones), y que habla de maldiciones, leyendas y demonios. Interesante y sugestiva obra.