El día en el Ingmar Bergman miró a la soledad de frente... y le sonrió.


Isak Borg decide emprender un viaje por carretera, tras sufrir un extraño sueño en el que contempla, extrañado, su propia muerte. El mundo de los sueños tan presente en la fimografía de Bergman, sirve de punto de partida para un análisis más profundo de la realidad, pero sobre todo, para un análisis metódico de la vida del protagonista. La muerte, el miedo a la soledad, la melancolía de la vejez, la pérdida progresiva de la vida, la carretera que debe cruzar para realizar la instrospección en sus propios recuerdos y la metafísica de lo onírico son los temas que se nos presentan en este fantástico filme del cineasta sueco.

De esta forma, las fresas salvajes son el símbolo y la metáfora de lo perdido. Ese pequeño espacio tangible, pero también mental, es el lugar en el que Isak se permite a si mismo recordar. Se pemite volver a la infancia desde su vejez, se permite sentir el miedo a la muerte augurada y se permite dejar anidar a la soledad que toda persona lleva consigo. 'Fresas salvajes' es una oda a lo onírico, un retrato sempiterno del ser humano y un canto a la melacolía que no tiene fin.

Pocas son las películas que son capaces de tocar tu alma tan dulce, sutil y fácilmente. Bergman nos enseña que el refugio más seguro que alguien puede tener, son sus momentos felices. Esos momentos que te darán vida cuando más la necesites y cuando sientas que todo está perdido, ellos te acogerán mostrándote tu mejor versión.

Una obra maestra del cine y más aún de la vida.