Dice el refrán que quien roba a un ladrón tiene cien años de perdón. Una premisa clara dispuesta como partida premonitoria que induce al personal hacia dónde puede ir dirigido el atraco. Excluyendo esa pista como una obviedad que luego para nada se contradice, Daniel Calparsoro se pone al frente de su obra más acertada y rotunda hata el momento. Siguiendo con fidelidad los patrones establecidos sobre el nada es lo que parece, evita caer en formalismos anodinos gracias en parte al amplio reparto y al revirado guión que juega a favor. Se sirve, estructuralmente hablando, de lo más comercial para, a través de ello y realizado con muy buena mano, denunciar alguno de los pecados políticos más comunes de la actualidad. En su argumento, los intereses corren para todos por igual y en los entresijos de la trama está averiguar quién es más culpable y quién tiene más que perder, si los que están dentro o los que están fuera.
Película de robos muy entretenida, de lo más sombría, agravada por esa puesta en escena brutal en forma de intensa lluvia continuada que casi se convierte en un protagonista más. El buen trabajo de todos los actores en general (especialmente relevantes Luis Tosar y Rodrigo De la Serna) eleva la categoría del thriller. Aunque no la he disfrutado tanto como otras sobre atracos, se reserva alguna que otra secuencia memorable.