El argumento es original y la trama se desenvuelve a una velocidad de crucero (a veces un crucero averiado). Vas construyendo una pared ladrillo a ladrillo, para que te la acaben destrozando repentinamente a martillazos, y nunca mejor dicho.

Cuando la empezaba a encasillar como la típica película de “casa paranormal”, me fascinó ver que el fantasma era real, alguien de carne y hueso que está emparedado. Bastante tétrico.

El clímax y sin duda el momento más álgido, cuando te das cuenta de que los hermanos están muertos, sincronizando el momento actual con el pasado. Es tan macabro como técnicamente perfecto.

Una de las pegas es que toca muchos géneros y eso puede llegar a descuadrarte, ya que es difícil clasificarla. Por ejemplo, la historia de amor es poco creíble y no engancha.
Además, la música es mejorable y no acaba de explotar la potencia dramática de la obra.

A pesar de eso, que no os engañen los críticos puristas enteradillos, ya que por ser producida por MEDIASET no implica que sea peor. Es un peliculón para dejarse llevar y flipar en colores con una de las facetas más oscuras del ser humano, y de los daños colaterales que este provoca.