Considerando en su conjunto las tres partes de "El padrino", con otras tres palabras vamos a tratar de describir la obra: maestría, coralidad y coherencia.
Maestría porque se trata de una obra maestra. Una de esas pocas cintas "perfectas" que reúnen todas las características técnicas y artísticas para merecer esa consideración. Súmenle su capacidad para emocionar.
Coralidad porque presenta una gran cantidad y variedad de personajes, donde cada uno tiene el protagonismo justo, ni más ni menos, respondiendo los actores con interpretaciones regias. Protagonistas como de reparto.
Coherencia porque la historia, el guion, la realización y todo en su conjunto se desarrolla a la perfección. Un complicado mecanismo relojero donde cada pieza ajusta y engrana con precisión haciendo que todo se desarrolle de forma impecable.
De la primera parte nos quedamos con el tremendo impacto que produjo su estreno en los ambientes cinematográficos, con la bofetada artística que recibimos al contemplar en la pantalla fotograma a fotograma el paso del joven Vito Andolini al anciano Vito Corleone.
En cuanto a escenas, en esta como en las otras dos partes elegimos la parte italiana. Siempre nos quedará Sicilia. El joven americano Michael (Pacino) vuelve a Corleone, la tierra de sus mayores, para sumergirse bruscamente en un ambiente rural donde el reloj del tiempo lleva parado décadas y décadas. El noviazgo con Apollonia (Stefanelli), la petición de mano, los paseos, la boda que recorre en procesión las calles del pueblo y la comida en la plaza.
Una obra maestra como confirman sobradamente votaciones y críticas.