Preciosa película, que todavía pese al paso del tiempo sigue siendo rompedora e incluso políticamente incorrecta. Quizás por la época que estoy viviendo, tal vez por mi edad, me sentí muy identificada con Ben Braddock (Dustin Hoffman, que decir que borda el papel es quedarse corto), el típico joven completamente perdido, asustado por el futuro incierto que se le presenta. Ya en el principio se observa que se siente fuera de lugar en la fiesta celebrada en su honor, su cara lo dice todo, con esa expresión de: ¿qué hay que celebrar?

Sin duda, borda el papel de joven perdido, sin saber que hacer, queriendo ser aquello que sabe que no puede, y experimentar aquello que de sobra comprende que no sera aceptado. Habla de la experiencia, del descubrir el primer amor, o quizás más bien la primera pasión.

Todavía hoy hace que te plantees de nuevo los valores de siempre, aún después de tantos años ayuda a revisar la moral todavia hoy imperante, aunque sea de forma más discreta y menos visible. Si bien, también diré que esta película, para mi, tiene mejor inicio que final, su comienzo es magnifico, pero va descendiendo a lo largo que pasa la película.

Por último, el 10 de la película, lo más magnifico, con permiso de Dustin Hoffman, es su música, ese The Sound of Silence, de Simon y Garfunkel, sencillamente lo mejor, un regalo para el oído. Ver el Graduado no solo es una delicia para la vista, sino es escuchar una de las mejores canciones de la historia...