Como todos los meses previos a la entrega de los premios Oscar se estrenan uno o más biopics con pretensiones de arrasar en dichos galardones. Este año no fue la excepción con el estreno de "La teoría del todo", biopic sobre el famoso astrofísico ingles Stephen Hawking.
La teoría del todo se centra en los años de juventud de Hawking, cuando aun no se había recibido, recién comenzaba su romance con Jane Wilde (su primera esposa) y la enfermedad de la neurona motora aun no afectaba su cuerpo. Conforme avanza la trama, somos testigos de cómo esta cruel enfermedad avanza en el cuerpo de Hawking, postrándolo progresivamente en una silla de ruedas e impidiéndole casi toda actividad muscular como caminar, hablar, tragar.
La base de la historia, además de su lucha diaria contra el ELA, es la bella historia de amor entre Stephen y Jane, desde su idílico comienzo y pasando por todas las dificultades sorteadas por el matrimonio contra la enfermedad de Hawking.
Las dos razones por las que este biopic sobresale claramente de las demás películas de su género son la dirección de James Marsh que sabe como aportar ternura y emotividad a una historia conservadora, y por supuesto, las interpretaciones. Felicity Jones irradia una determinación y una fuerza que la convierten en la heroína de la historia, es ella quien carga con el peso dramático del relato ya que el guion nos muestra aquellas cosas que Jane deja atrás por estar junto a su marido y cuidar de él. Lo que consigue, por su parte, Eddie Redmayne es en cierto modo inhumano. No solo ladea la cabeza, fuerza la voz y se encoge en la silla de ruedas con pasmosa credibilidad, sino que en esa posición es capaz de transmitir un sinfín de sensaciones valiéndose únicamente de su mirada.
En síntesis, La teoría del todo nos muestra la generosidad de amor y lo que es capaz de lograr una inclaudicable fuerza de voluntad, con delicada sutileza y dos personajes que crecen ante adversidad.