La magia que tenían las películas de cine mudo es que todo el mundo comprendía lo que pasaba sin necesidad de diálogos. A veces, los gestos y las miradas son mucho más contundentes para darse a entender que una simple palabra. Cualquiera puede decir algo y en cambio pensar otra cosa muy distinta, vamos, que cualquiera puede mentir con palabras. Pero mentir con miradas especialmente, es bastante más difícil, porque las miradas y los gestos (sobretodo faciales) son producto del inconsciente. Actos reflejos que dicen involuntariamente lo que piensas.Y he aquí en ésta cinta, una gran prueba de todo ello, pues pese a tener un guión y muy bien desarrollado, está claro que no hacía falta para comprender y valorar todo lo ocurrido.

Los perfiles de los personajes están genialmente caracterizados, lo que, acompañado de una magníficas interpretaciones, dan como resultado una grandísima película. Por supuesto, destacaría a Carey Mulligan, que en eso de decir lo que piensa su personaje mediante sus gestos y miradas, sencillamente se ha salido. Ha estado soberbia, jamás la ví tan dueña de la situación, interpretando a una chica que quiere aparentar ser más fuerte de lo que es (que también lo es), pero que realmente es mucho más sensible de lo que ella cree.

Pero, mientras que en ciertos momentos no hacen falta palabras, en otros en cambio son imprescindibles sino quieres que se conviertan en arrepentimientos del pasado. Arrepentimientos por no expresar tus sentimientos a quien amas. A veces las miradas no son suficientes.