Disfrutable película sobre adolescencia, soledad y...espiritismo. Rodada y cuidada con esmero en sus detalles, nos transporta por medio de una lograda ambientación a la España de los 90 en la que, además de poder fumar en los bares o no existir los móviles, se vendían coleccionables de ocultismo con tableros ouija en los quioscos como si fueran el parchís. La dirección de niños, increíble (incluyendo a la protagonista, que no es más que una cría pero da la talla). La historia se sigue con interés, los personajes están bien retratados y poseen relieve, el guión bien escrito (incluído algún guiño humorístico a esa época) y el clima de horror va creciendo hasta un final más que aceptable y acorde con lo sucedido entonces a Estefanía Gutiérrez Lázaro, la verdadera víctima. No entiendo a quienes la ponen a parir, sobre todo sabiendo lo difícil que es hacer una buena película de humor u horror (géneros en los que no caer en los clichés, implicar al espectador o romper moldes es particularmente difícil).