Tenemos dos géneros cláramente diferenciados en esta sensacional producción de Tod Browning.

Por un lado, y ocupando la mayor parte de la trama, estamos ante un drama romántico entre freaks de circo. El pobre Alonzo, engatusado con su amada, no se ve capaz de declararle su amor debido a un secreto que esconde y que probablemente arruinaría su buena relación. Todo se precipita cuando entra en escena otro gitano del circo y roba el corazón de la mujer, y Alonzo tiene que hacer grandes sacrificios para intentar conquistarla antes que él.
En esta primera parte ocurre algo muy curioso en contraste con la siguiente. El personaje de Norman Kerry se percibe como el malo, y todos esperamos que Alonzo acabe con su vida salvando a la pobre muchacha de sus musculadas manos y brazos que tanto teme la doncella en algún momento de la cinta.

Es en ese momento cuando todo cambia, y Alonzo, que era un freak de circo entrañable acaba convirtiéndose en un monstruo propio de la mejor película de terror. Alonzo pasa a convertirse en el antagonista, mientras vemos a la pareja feliz y con intenciones de casarse. Lon Chaney hace una muy decente actuación pasando de víctima a antagonista, y el clímax final es muy digno aunque quizá hubiera preferido un final mucho más oscuro, a pesar de que por aquella época encontrar algo así es algo imposible. De todas formas, teniendo en cuenta como se desarrollaba la película al principio, el final es de los más agridulces que puedes encontrar por aquel entonces.

Rápido ritmo para una película ya de por sí corta, un gran espectáculo de probablemente uno de los primeros "monstruos" que dio el cine. Carne absoluta de Remake (si es que no lo hay ya).