Lo que más me llamó de esta película de Jang Hoon es su increíble sensibilidad. No estamos ante la típica película policíaca ni mucho menos, y buena parte de culpa de ello reside en las poderosas actuaciones de Song Kang-ho (siempre infalible) y Kang Dong-won (gratificante sorpresa): La química entre ambos traspasa la pantalla gracias también a lo buenos que son sus personajes.

Los primeros veinte minutos son bárbaros, de lo mejor que he visto en este tipo de cine en bastante tiempo. Después la película rebaja mucho su tono, y es cuando se profundiza en la relación entre ambos espías. El espionaje mutuo es una gran baza que Jang Hoon sabe elevar hasta la excelencia.

La última parte es lo suficientemente emotiva como para coronar una gran película. Song Kang-ho vuelve a bordar un registro que se le da muy bien, con sus momentos de comedia tan característicos que le hacen tan entrañable y a la vez tan creíble, y como dije, Kang Dong-won es su complemento perfecto a pesar de que a veces está inexpresivo de más. Una nueva lección de cine que viene desde Corea, que tiene su magia en los sentimientos más que en la forma de contarlos.