A priori, la premisa promete: unos científicos han excavado un agujero de gran profundidad en el desierto y han descubierto algo. Sin embargo, han cesado sus comunicaciones. Así que envían al investigador que toda trama exige. Cuando el nota llega a la base, no hay nadie excepto una atractiva científica. Se inicia un juego donde lo real no parece distinguirse de la fantasía.

La cosa prometía, ¿no?

Pues no. Se escuchan diálogos sobre lo divino y lo humano con la intención de postular, creo, que lo racional prevalece sobre lo irracional pero que suena acartonado y vacío. Hay giros de guión sin sentido en la trama y se juega al equívoco entre lo infernal y lo terrenal (recurso muy socorrido en el género) sin venir a cuento. O sea es como si el director conociera la música de los códigos del género pero desconoce la letra de convertir el argumento en un espectáculo que se pueda disfrutar.

La he visto hasta el final porque me ha hipnotizado el inquietante atractivo de Kate Nauta. No tiene otra explicación.