Primera propuesta cinematográfica sobre la vida y milagros del fundador de Apple, apenas dos años tras su deceso y en concordancia con el arquetipo tan extraño y que con tanto fervor se ha diseñado por las élites americanas: una figura entre el genio individualista y el malogrado rock star. Repleto de las sombras del rockstar, lo que la prensa rockera llamaría demonios interiores, pero siempre bajo el influjo del sueño americano y el triunfo económico. En cuanto a jObs y pese a los esfuerzos de un voluntarioso Ashton Kutcher no es posible escapar del telefilm. Tiene un inicio peligrosamente chusquero, de esos de huir del cine, aunque al cuarto de hora tiene un despunte interesante favorecido por un Kutcher que se enfunda las caras, lenguaje corporal, voz y andares del joven Steve con sorprendente solvencia. Así el gérmen de Apple, sea cierto o no, con toda la chavalería firki del garaje intentando sacar el invento adelante tiene tensión y ritmo. El gran desastre deviene cuando la empresa toma las riendas de la película y el propio Steve Jobs queda de personaje secundario iniciando una debacle que no cesa hasta los títulos de crédito. La historia de Apple redactada por Apple arrastra a un Kutcher que creería estar ante la oportunidad de su vida y finalmente acaba atragantándose con su propia actuación, faltando la mesura en la dirección de actores que pudiera evitar que el buen trabajo demostrado acabe más cerca de la imitación que la caracterización.