Una buena comedia dura, como la vida misma, porque entre que te ríes y se te queda a ratos esa sonrisa torcida, mueca de los momentos tragicómicos y patéticos donde te reconoces, se pasa un buen rato y te llevas alguna que otra reflexión.
Una secuela a la española de resacon en las Vegas, que tira del hilo comercial abierto, convertido ya casi en un género, para un público ya mayor con morriña de las pasiones y la irracionalidad adolescentes de la siempre sobrevalorada juventud.

Buenas actuaciones que tiran del guión, ya que el realismo de las situaciones deja poco margen a las exageraciones sobreactuadas; así es la vida, llena de risas y llantos, y así nos la cuentan en forma de cuento.