Convertir un campo de prisioneros nazi en motivo de diversión es una idea tan arriesgada como audaz. John Sturges logra que olvidemos el horror de los campos de concentración con una fuga de prisioneros concebida como un juego de niños y asumida de forma lúdica entre carceleros y reclusos. Sturges apuesta por un clima de alegre picaresca y lo hace con tanta frescura que nos convence de que los oficiales nazis eran buena gente, tan inocentes como fáciles de engatusar por los reclusos.

"La Gran Evasión" acoge un elenco de actores espléndido, unidos por la camaradería de barracón y la complicidad de la fuga. De todos ellos destaca el personaje de Steve McQueen, un americano entre ingleses, empecinado en escapar por su cuenta, sin importar las veces que le pillen. Su empeño inquebrantable es todo un homenaje a la perseverancia y ofrece una perspectiva optimista a la idea de esfuerzo expresada por Samuel Beckett: "Fracasa otra vez. Fracasa mejor". Un simpático cabezota muy parecido al que interpretaría años después Paul Newman en "La leyenda del indomable".

Un campo de prisioneros como el de la película, rebosante de humor, honor y dignidad, solo es imaginable en la sociedad de los años 60, cuya voluntad era la de olvidar, a través de la sublimación elegante, una guerra todavía fresca en el recuerdo. Mucho después Roberto Benigni quiso recuperar la ingenuidad infantil de la "Gran Evasión" pero sólo logró la sensiblera "La vida es bella".