La trama, si se le puede llamar así, se desenreda de manera tan confusa como las cuentas de un niño con dislexia en una clase de matemáticas avanzadas. ¿Para qué llenar los escenarios con espejos aleatorios? ¿Por qué un bebé emerge de una vaca como si fuera la última sorpresa en una fiesta de cumpleaños? ¿Y quién diablos entiende el comportamiento errático de estos personajes? Mysterio tras misterio, todos quedan sin respuesta, como si el guionista hubiera olvidado la palabra "explicación".

El guión, si es que se puede denominar de esa manera, parece haber sido escrito durante un ataque de amnesia transitoria. Los diálogos son tan profundos como un charco en pleno verano, y a menudo parecen provenir de un concurso de escritura escolar donde la originalidad y la coherencia quedaron excluidas.

Y ahí están los efectos especiales, o mejor dicho, los defectos especiales. Los monstruos lovecraftianos y los efectos CGI dejan mucho que desear y transportan a los espectadores directamente a la década de 1990, recordándonos con nostalgia la era de los trucos baratos en el cine.

El ritmo de la serie es una montaña rusa de aburrimiento desesperante y confusión caótica. La trama se pierde en una maraña de subtramas inútiles y personajes tan profundos como un charco de agua estancada.

En resumen, 30 Monedas es el último intento fallido de Álex de la Iglesia por conjurar algo remotamente coherente. Macarena Gómez, en lugar de asustar, parece estar audicionando para una comedia absurda. Esta serie es tan entretenida como una clase de trigonometría en una tarde soleada de verano. En lugar de buscar respuestas en este enigma, te encontrarás preguntándote por qué perdiste tu valioso tiempo en esta farsa lamentable.. No pierdas tu tiempo en esta serie.