He visto incontables veces la saga de "El padrino". Como tantos otros, me sé los diálogos de memoria, qué secuencia sigue a otra, los nombres de cada personaje incluso los más secundarios. Y me sigue atrapando cada vez que la veo. No sé exactamente en qué radica su fuerza y su capacidad de seguir encandilando. Por supuesto que es una película absolutamente masculina y los códigos que maneja sólo pueden ser entendidos por nuestro género (y no soy machista en absoluto). Francis Ford Coppola hizo una obra maestra que seguirá subyugando a innumerables generaciones y aunque "El Padrino" y "El Padrino III" son obras excelentes, siempre me quedo con esta segunda parte. De acuerdo, en la primera Brando dominó la historia con una actuación modélica, pero en ésta Pacino y De Niro (entonces en los comienzos de sus carreras) demuestran por qué son de los mejores actores norteamericanos de los últimos 30 años. Narrado como una precuela y secuela a la vez, la historia del joven Vito Andolini (De Niro) que sale de su natal Corleone para establecerse en Nueva York y formar su imperio del crimen es, a pesar de su sencillez, una pequeña película dentro de otra. Simultáneamente nos muestran la consolidación de Michael Corleone (Pacino) como jefe de su poderosa familia mafiosa y sus avatares por extender sus contactos y negocios a pesar de sus numerosísimos enemigos. La parte de su viaje a Cuba es sencillamente genial con una portentosa actuación de Lee Strasberg. Qué mas podemos decir. Tal vez la secuencia más lograda es el beso de Michael a su hermano Fredo (John Cazale) y uno de esos momentos sublimes que quedarán grabado a fuego en el recuerdo de todo cinéfilo. Quizá la parte de la relación entre Michael y Kay (Diane Keaton) no sea la más lograda pero "El Padrino Parte II" es, y seguirá siendo a mi juicio, la mejor película de la historia del cine.