Como otros muchos, yo cogí esta serie con prejuicios. “Otra más”, me dije, “otra de expertos en algo que resuelven todos los misterios mientras los policías se limitan a seguirles con cara de asombro”. Y bien, así es. Pero me gusta. Tiene dos cosas distintas:

Primero: Tim Roth. Una de las críticas de FA se queja de la falta de moralidad de la serie, que parece premiar o defender la falta de escrúpulos de su protagonista para conseguir sus objetivos. Toda la razón, compañero. Pero si hay alguien que ha nacido para encarnar el papel de Inquietante Hijo de Puta, ese es Tim Roth. Se sienta frente a ti. Aproxima su rostro al tuyo. Te hace una pregunta. Te meas encima.

Segundo: esas imágenes de políticos y famosos que, como un flash, se cruzan en la historia para ilustrar las explicaciones. Bill Clinton meando el indicie mientras niega “haber mantenido relaciones con esa mujer”. La sonrisa aterrorizada del Príncipe Carlos de Inglaterra. La expresión violenta y decidida en el rostro de Charles Manson.

Son esos dos puntos los que dan sabor a la serie. El resto es correcto, pero típico. La pregunta es: ¿cuanto tiempo lograrán esos dos elementos retener nuestro interés? Por ahora, es suficiente. Pero van tener que darnos algo más, o no sobrevivirán a la segunda temporada.